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Pinilla malquerida

12/01/2025
 Actualizado a 12/01/2025
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Pinilla podría ser un barrio fantástico, si no fuese por lo que no lo es. Y es que en el corazón de algunas personas ha quedado grabado indeleblemente como barrio de gente bravucona nada solidaria entre sí que debería tomar nota de cómo se hacen las cosas de la vía para allá. 

Tiene una ubicación excelente, eso sí, pegadito a León como si de un barrio más de la capital se tratase, como otro El Egido, pero este de entrañables casitas bajas con jardincito alrededor, un poco diferentes unas de otras y nada ostentosas (y una alberga un bar, La Casita, bien cuco). Un lugar donde miras arriba y ves el cielo en vez de fachadas de ladrillo visto siempre que le des la espalda a la Casona, impactante mole amarillucia, colmenar humano pesadillesco y omnipresente. También atesora Pinilla uno de unos de los pocos callejones vivos y un poco hermosos (entiéndaseme, ancho) del entorno metropolitano, el Pasaje Legión VII, al pie del cual, en el Bar Lancia, se festejó locamente el gol con el que Higuaín, más conocido allí por ‘Igualín’, le dio en 2008 una liga al Madrid a las órdenes de Bernd Schuster, a quien por entonces le cortaba las melenas un peluquero de Salamanca que no usaba cuchilla desde que pasó por Londres a finales de los ochenta cuando el sida arramplaba, en vez de los artistas de El Condado, la peluquería histórica de Pinilla situada al otro extremo del emblemático callejón.

Pinilla es un barrio en forma de abanico con dos colegios de donde salieron sendos astronautas, una casa de cultura con biblioteca más que espacio-sa y con un centro neurálgico claro en el centro de salud, otrora ‘la Sindical’ por ser institución formativa de sindicalistas donde no aprendieron ni una pizquita de cómo defender lo propio algunos autóctonos, más conocidos allí como «autótonos». El parque que rodea al centro de salud y lleva el nombre de un antiguo líder vecinal (¡sorpresa! también ha habido buena gente peleona en Pinilla) es bien agradable, con canastas, arenero, árboles y bancos y sin muro perimetral invita a acercarse en verano a sus fiestas de la espuma y por la noche cruzaba la calaña para cobijarse bajo el gran soportal de acceso al centro de salud previo a la remodelación.

Dicha remodelación parece que no acabará hasta primavera, después de varios sonados parones. Pero es seguro que los veintiún mil titulares de asistencia médica que tienen ese centro de salud como referencia agradecerán que se abran de una vez sus veinticuatro consultas. Aunque también puede ser al contrario. El turismo médico inter barrios no deja un poso agradable en la memoria. La mía quizá esté intoxicada por los viajes que me tocó hacer de crío allí por culpa de gastroenteritis y esguinces. La quiero muy mal a Pinilla. 

 

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