02/01/2025
 Actualizado a 02/01/2025
Guardar

España es un país pobre: no tenemos petróleo, andamos muy escasos de «metales raros» y la Unión Europea ha destruido nuestra agricultura y nuestra ganadería. No hablamos de los miles de toneladas de carbón que quedan por sacar en Villablino, en el Bierzo o en la comarca de Sabero, porque es un asuntó tabú para la mentada Unión de burócratas y para los ecologistas de salón, que, sin embargo, permiten a los polacos o a los rumanos hacerlo sin ponerse colorados. ¿Qué se puede esperar de esta Unión de estúpidos, que es capaz de redefinir a la energía nuclear como «verde»? El único «petróleo» del que disponemos a raudales es el del turismo (para bien y para mal), y, encima, queremos cargárnoslo...

Un país que recibe cada año a ochenta millones de visitantes, digo yo, algo tiene que ofrecer, porque los turistas tontos no son... Al final, tenemos que reconocer que somos pobretones de solemnidad, aunque nos cueste aceptarlo. Sin embargo, en estos días festivos, de desparrame y borracheras, tiramos la casa por la ventana; lo qué más gracia me hace es cuándo salen por la tele las señoronas comprando en los mercados: se quejan de que todos los alimentos están por las nubes (y tienen razón), para añadir a continuación aquello de «pero bueno, tenemos que comprarlos igual, porque algo hay que comer y, además, estamos en Navidad», como si esta verdad empírica nos diese una excusa para gastar lo que no tenemos... Uno ha probado caviar (del fetén, del carísimo), una vez en su vida, invitado, por supuesto, y no me gustó..., con lo que llegué a la conclusión de que, incluso en mis gustos culinarios, soy un probón; hablo del caviar como exquisitez de naturaleza casi aristocrática, reservado históricamente para aquellos «muchimillomarios» a los que les tira de los cojones gastar ocho que ochenta. O ir a comer a esos míticos restaurantes de tres estrellas Michelin, dónde para conseguir mesa tienes que esperar semanas o meses.

No me meto en que la gente vaya a gozar de sus platazos casi exóticos (hacen muy requetebién), pero que luego no se quejen de la hostia que les metieron cuando los llevaron la cuenta. Decía mi abuelo mucho aquello de «no se puede comer y sorber a la vez», y tenía más razón que un santo. Quiero explicar con todo este rollo que, un país pobre de solemnidad y recursos como el nuestro, debería mirar muy mucho en que se gasta el dinero. Porque el Estado es lo mismo que una familia: si quién administra es un manirroto, como una señora que compra lo primero que ve en el mercado sin importarla el precio, lo normal es que las deudas acaben por ahogarlos a ambos. Se de lo que hablo, porque a lo largo de mis años trabajando siempre de autónomo, algún negocio salió bien, pero alguno mal y todo empezó con un endeudamiento pequeño que se hizo gigante, como una bola de nieve, llevando todo por delante. Alguien (algún periódico de los de las trolas), ha publicado una noticia que afirma que desde que está en el poder el guapo, los impuestos han subido un veinte por ciento para todos nuestros bolsillos. Si es cierto, es que nos están estafando, mayormente porque el dinero se gasta mal: cada día tengo que escuchar que el Gobierno está comprado tanques, aviones y barcos carísimos porque los enemigos acechan para conquistarnos, cuándo no es verdad. O tengo que oír que se convocan seis mil plazas de policía y otras tantas de guardias civiles para que podamos dormir tranquilos por la noche.

A ver, España es un país pacífico y tranquilo dónde la gente no se mete con nadie. ¡Claro que hay excepciones!, pero nunca suficientes para mantener a esta cantidad de parásitos que, como norma, se están tocando los huevos en sus horas de trabajo. Somos tan tranquilos que nos quedamos quietos, inanes, sin hacer nada, con la que está cayendo...; si esto hubiese ocurrido en los ochenta del pasado siglo, las calles arderían. Pensadlo y me daréis la razón. En cualquier caso, hay que ser educados, feliz año nuevo. Salud y anarquía.

Lo más leído