Mientras el lodo y la angustia siguen anegando la zona 0, la tensión política y social se agita dividida en manifestaciones que copan las plazas de muchas ciudades de España, siendo las más complejas las convocadas en Valencia y Madrid el pasado sábado.
Muchos asistentes tomaron las calles, la mayoría pacíficamente, aunque algunos núcleos ultras siempre lo empañan todo. También fanáticos ideologizados, según a qué manifestación acudas tienes que pedir la dimisión solo de uno, del que ellos están en contra, o irte, no puedes protestar por todo lo que creas injusto, es decir, no hay libertad de expresión en realidad, además las cargas policiales cada vez dan más miedo.
Este enfrentamiento entre quienes apoyan y «compran» uno u otro relato, no hace más que dividirnos y seguir el juego de quienes intentan manipularnos, cuestión más que evidente si se fijan en un solo detalle: el mismo día de la tragedia tanto Sánchez como Mazón dieron prioridad al control de sus respectivas televisiones.
El relato. Vender la moto. Justificar lo injustificable. Eso es lo que más les preocupa. No caigamos en su trampa. No insultemos el esfuerzo de los auténticos héroes.
No debemos olvidar jamás que a Valencia la salvaron en primer lugar las oleadas de voluntarios venidos de todas partes de España, la población civil. Y aunque muchos no pudieran ni siquiera sospecharlo en un principio, se organizaron y actuaron. Limpiando calles aun sin medios, atendiendo heridos, en un despliegue de solidaridad sin precedentes.
Gracias a su entrega muchas víctimas pudieron sobrevivir hasta el quinto día que llegó el ejército y todavía ahora siguen ayudando civiles de variadas profesiones, desde carpinteros hasta peluqueros. GRACIAS. La juventud de acero, la población de oro.
Dijo el presidente Sánchez que «el Estado somos todos», al reflexionar sobre el trabajo de los voluntarios. Es verdad, lo somos todos, el problema es que siempre pagan los mismos.