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‘Por la Cruz, monte reluz’

01/05/2024
 Actualizado a 01/05/2024
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Dentro de las fiestas campesinas de primavera, la Cruz de mayo –celebrada el día 3 de tal mes, como es bien sabido– ha tenido una significación muy especial. Toda la vegetación está florida y exuberante, la vida renace y se regenera, de ahí esa alegría que provoca en el ser humano la floración y ese echar las hojas nuevas los distintos tipos de árboles de hoja caduca.


Los robles son un poco remolones. No acaban de echar todo el follaje en plenitud hasta bien avanzada la primavera. Por ello, en Villacidayo, para aludir al ritmo que tienen los robles en echar la hoja nueva, se conoce el siguiente refrán: «Por la Cruz, / monte reluz; / a mediados de mayo, / monte cerrado».


Claro. Aquí podríamos establecer una analogía, de raíz cristiana, conocida en la tradición europea desde los tiempos medievales. Y es que, si los árboles se regeneran en primavera, la cruz está entendida simbólicamente como árbol: el árbol de la cruz, según expresión bien conocida. De ahí que no sea extraño que, dentro de la tradición cristiana, se haya fijado esta fiesta precisamente en el mes más significativo de la primavera: mayo.


Hay otras tradiciones vinculadas con la Cruz de mayo. Un día ya lejano de los inicios de este siglo, en una visita a Gordaliza del Pino, una anciana, Teresa, nos contaba cómo por la Cruz de mayo, había una tradición en el pueblo que consistía en rezar unos padrenuestros y, al tiempo que tiraban una piedra hacia lo alto, entonaban:


–Que el día de la Santa Cruz
dije mil veces: Jesús, Jesús, Jesús.


Ignoraba ella el sentido o la significación que tuviera el tirar la piedra «al alto» (tal era su expresión). Nos indica que se ella se lo veía hacer a su padre. Una de las significaciones de determinadas prácticas campesinas de arrojar piedras hacia el cielo era la de espantar o ahuyentar tormentas venideras que pudieran perjudicar sus sembrados y mieses. Acaso, esta práctica, tenga esta indicada significación.


La Cruz de mayo es la fiesta patronal de algunos pueblos. Es lo que ocurre en la localidad maragata de Villar de Ciervos. Algunos vecinos, hace años, nos indicaban el modo antiguo de celebrar la fiesta. Así, la víspera, por la tarde, el ‘tamboritero’ daba una ronda, recorriendo todo el pueblo con los sones del tamboril y la gaita.


El propio día de la fiesta, el 3 de mayo, predomina la función religiosa, con la misa solemne, la posterior procesión «con las insignias» y, claro está, el baile, como la mayor manifestación profana del día.


El día posterior a la fiesta era conocido –tal y como ocurre en no pocas de las localidades leonas que, para ello, utilizan el diminutivo– como ‘la Crucina’. Por la mañana, ese día, es ‘la arbolada’: en ella, los hombres, junto con los músicos, van de casa en casa, donde los convidan, en las distintas casas del recorrido, a una copa, queso, dulces, etc. Por la tarde, se realiza el conocido como ‘baile del cañizo’, un baile de alegría, en el que el mayordomo reparte trozos de pan, acompañados por buen vino.


Hemos mostrado algunas referencias relativas a la Cruz de mayo en diversas localidades leonesas. Habrá habido, hay, muchas más. Nosotros –a través de una tradición oral (un refrán sobre la nueva hoja de los robles), de una creencia mágico-religiosa (arrojar al cielo una piedra, al tiempo que se rezan padrenuestros y se entona una jaculatoria en verso) y de la celebración de una fiesta patronal– hemos tratado de que se comprendan algunos de los rasgos de esta tan emblemática fiesta primaveral en el mundo rural leonés.

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