Entrevisté a Jaime Mayor Oreja y al preguntarle sobre si el concepto «nacionalidades» del artículo dos de la Constitución fue una equivocación, le poseyó la concordia de la transición y echó balones fuera protegiendo la obra nacional del 78 antes de decir el nombre de la Carta Magna en vano. Se ha mitificado tanto al sistema constitucional que nos hemos recreado en los vicios provisionales que llevaron a cabo los padres constituyentes. Al final, hemos conformado una especie de trampantojo estatal, un ecosistema histórico-regional en el que nadie parece estar cómodo. Tenemos tantos siglos de memoria, somos una de las naciones más antiguas del mundo, y eso quizá ha provocado un batiburrillo de recuerdos, una amnesia existencial, una confusión que hizo caer en imprecisiones hasta los que parieron nuestro país tal y como lo conocemos hoy. El País Vasco quiere que Navarra se anexione a sus fueros, muchos leoneses quieren dejar de ser castellanos…Me quedaría sin espacio si me pusiese a detallar todas las riñas de gatopardos que coexisten en España.
Enric Juliana escribe en España: el pacto y la furia, los conflictos que florecieron a la hora de desgranar los reinos de Taifas que conforman nuestro Estado actual. Relata la conformación del sistema autonómico impulsado por unas intenciones acomodaticias con las que impulsar a la capital. Señala los vínculos sentimentales y ancestrales entre Asturias y León, y como al plasmar los diecisiete compartimentos del cajón de sastre patrio, se evitó la consumación de una región que acercara nuestra provincia a Asturias y lo alejara de Castilla. Se repartió el territorio siguiendo criterios dispares, se hizo un arreglo para que España caminase hacia la democracia, y los que vinieron después no han sabido solventar las incomprensiones territoriales, no es que hayan podido, es que ni tan siquiera se han planteado reformar lo establecido. Ignoran el sentimiento de apátridas hacia parte de su territorio que subyace en lo más profundo de las filias costumbristas, no quieren ver que en determinadas fiestas como la de Villalar, muchos no tienen nada que celebrar.