27/04/2024
 Actualizado a 27/04/2024
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Pronto llegará el buen tiempo y de nuevo podremos trasladar la actividad de ocio favorita de la capital desde la barra hasta la terraza. Mientras tanto, el Ayuntamiento amenaza con aprobar una nueva ordenanza que las regule.

Se comprende que la municipalidad quiera establecer las condiciones básicas de instalación las terrazas, de modo que se igualen las reglas del juego para los hosteleros y además se garantice su compatibilidad con el uso público de aceras y aparcamientos. Sin embargo, este noble fin suele terminar empañado por los excesos intervencionistas de todas las Administraciones Públicas, particularmente de las gobernadas por socialistas. En este caso el borrador de la ordenanza que, al parecer, pretende aprobarse, regula incluso aspectos como los colores y la tipología de mesas, sillas y sombrillas, y prohíbe o limita la publicidad que desde tiempo inmemorial se viene exhibiendo en ellas.

No creo que estén los autónomos como para fiestas, ni que el capricho de una concejala por igualar las sombrillas en «una variedad cromática en tonos crudo y tierra», como se ha anunciado, tenga como consecuencia que el propietario de un bar no pueda beneficiarse de que la Coca Cola se las proporcione gratuitamente.

Otros detalles de la futura norma pueden también suponer cargas adicionales para los hosteleros y muy dudosa utilidad para la ciudadanía. Se les obligará, por ejemplo, a instalar sonómetros, aunque no está muy claro cómo tendrá que actuar el camarero si la aguja se dispara porque alguien cante las cuarenta con demasiado énfasis, o alcance la fase de embriaguez de cánticos regionales.

También será preceptivo que los calefactores sean ambientalmente sostenibles, todo el mundo sabe el poderoso efecto en el cambio climático que tienen las estufas exteriores de la ciudad de León.

Me parece acertadísimo, sin embargo, que la ordenanza obligue a prestar el servicio de terraza, que tendrá que atenderse en todo momento por el personal del establecimiento. No hay nada que hable peor de la hostelería de una ciudad que esas terrazas con el paradójico letrero «no se atiende en terraza», en las que los clientes se ven obligados a actuar igual que en un albergue parroquial del Camino de Santiago.

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