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Porque el corazón no piensa

06/04/2024
 Actualizado a 06/04/2024
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Ha quedado como lugar común la idea de que la violencia es la partera de la historia, aunque la frase original, de Karl Marx, no es exactamente así, por lo que se pierden algunos matices y también parte del sentido. 

Es una frase que no me gusta y con la que ni siquiera estoy de acuerdo. Me parece, en todo caso, que la violencia es más la forense que la partera de la historia. La violencia tiene más que ver con la muerte que con la vida, y en la primera están las evidencias patológicas de la sociedad o de los individuos que la engendran. La autopsia a las violencias de cada país, a sus violencias históricas, permite hacer un diagnóstico de sus enfermedades. 

La violencia no es sólo una guerra, también la desigualdad económica es violencia, la desesperanza es violencia. La violencia de los bombardeos de Israel en Gaza, de los que se cumplen este domingo seis meses, ha matado a más de treinta y dos mil personas, treinta y dos mil, repito, y se une al uso del hambre como estrategia de guerra. Otra violencia sumada a todas las demás, también a la violencia de Hamás, y que no sólo es un diagnóstico del gobierno de Benjamin Netanyahu sino de los gobiernos del resto de los países del mundo. 

«El respeto por el derecho internacional humanitario está hecho trizas», acaba de decir el secretario general de la ONU, António Guterres. Todos somos parte de ese destrozo.

Si el corazón pudiera pensar, se detendría, escribió Pessoa. Pero el corazón no piensa, porque no tiene cerebro, y el cerebro a veces no tiene corazón. Y la falta de diálogo entre esas dos partes del ser humano, simbolizadas en estos dos órganos, provoca violencia. En el ‘Libro del desasosiego’, el escritor portugués afirma que ningún problema tiene solución, que ninguno de nosotros desata el nudo gordiano. O desistimos o cortamos, añade. Quiero pensar que no es así, que a veces, en el largo recuento del tiempo, hemos logrado desanudar nudos difíciles. Pero no siempre sabemos cómo hacerlo. «Toda la vida es una metafísica a oscuras, con un rumor de dioses y el desconocimiento de la ruta como único camino», dice Pessoa.

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