Me decía un amigo no hace mucho, que no le acaba de convencer la Real Academia de la Lengua como institución. Quizá la imagen que percibe él y gran parte de la sociedad es una especie de vigía fiscal de la lengua española con cetro. Una organización anclada en el pasado y con una obsesión enfermiza por limpiar la lengua de toda adherencia, fijar la norma para lograr la pureza en el estilo, y dotar al discurso de un esplendor y elegancia ciceronianos. Debe ser por eso, para lavar su imagen de peluca rancia y nariz empolvada, que cada año anuncia la inclusión de nuevas palabras ‘fashion’ en su afamado Diccionario. Este año ya se anuncia la versión 23.8.
Novedades que van desde la ciencia y el medio ambiente hasta la tecnología y el deporte.
Habría que preguntar el motivo determinante de tal inclusión: términos como espóiler (esperemos no haber revelado ningún secreto) serum (nadie quiere envejecer) full contact (lo de atizar al prójimo siempre ha tenido mucho predicamento). Los aires nuevos alcanzan también a términos complejos tales como centro de salud o unidad móvil (de la enfermedad Dios nos libre) y en el terreno territorial dos zonas se llevan el laude de la inclusión en tan presitigioso diccionario: la zona cero y la de confort. Como confortables deben ser los sillones de los académicos que se devanaron los sesos antes decidir entre las palabras de un buen Máster Chef: al final los términos umami, varietal o wasami se llevaron la palma de la gloria por su uso entre fogones. Y en cuestión de ritmos han entrado bailando el funky, el grupie y el indie.
Y hablando de cantos y bailes: no se pierdan el villancico de La Nueva Crónica que grabábamos esta semana a los pies de La Vieja Negrilla bajo una plaza de Santo Domingo de cuento, cubiertos por un luminoso paraguas que envolvía de magia al momento. Pese al frío y la pereza no faltamos a la cita. Cantamos del mejor modo: «Para cantar nos reunimos rin rin/aunque sea una vez al año/ porque cantar nos divierte rin rin/ y sabemos que no hace daño».
Así, bajo la mirada atenta de los transeúntes, que divertidos se paraban a contemplar el improvisado coro conformado por periodistas, políticos, poetas, profesores, policías... En fin, gentes varias que así lo hacíamos : acaso para celebrar que esta casa lleva más de cuatro mil días en la calle, o simplemente villanciqueábamos (no se que dirá la RAE de aqueste vocablo), porque nos daba la gana.
Y hablando de gana, ganas y ganar, la palabra que tristemente ha ganado este año al resto fue dana. A esta también la rescataron para la causa de las palabras sonadas.
Ojalá no hubiera sido necesario incluirla.