El inconmensurable éxito de la selección española de fútbol en la última competición europea de naciones la sitúa entre las mejores del mundo, la única con cuatro Eurocopas, la única que se hace con el campeonato habiendo ganado, convenciendo, todos los partidos, sin deber nada a la suerte de los penaltis, sin un solo pero.
Como en el Mundial de 2010, el triunfo ha venido precedido de una gran dosis de humildad. En aquella ocasión particularmente por parte del seleccionador Vicente del Bosque, en esta última podría decirse que de todo el equipo, pero sin duda también representada en la figura del entrenador, Luis de la Fuente.
Ya antes del exitazo, Luis de la Fuente se había convertido en protagonista en los medios y redes sociales por haber desasnado a una periodista de la COPE (de la COPE tenía que ser), explicándole que persignarse no es una superstición, sino un signo de fe. Como de costumbre, la mención de la fe por parte de un personaje público, ante las cámaras, excitó a los periodistas, porque es sabido que uno de los principios fundamentales del Nuevo Orden Mundial exige que la fe quede restringida al ámbito más íntimo y privado. Si uno quiere ser políticamente correcto, debe en público silenciar, ocultar o incluso negar cualquier atisbo de fe, salvo que sea musulmán, en cuyo caso puede hacer ostentación con toda tranquilidad de sus creencias, aunque la compatibilidad de éstas con los derechos humanos en general sea discutible.
Uno de estos periodistas excitados por la osadía cometida por Luis de La Fuente le sorprendió en la rueda de prensa previa a la final con una pregunta con la que, declarándose ateo, pretendía que el entrenador relacionase la creencia en Dios con el resultado del partido. Sin duda habrán visto la respuesta del seleccionador, tan elegante y respetuosa como demoledora.
Pero lo asombroso, lo que nos debe hacer reflexionar sobre el nivel de estulticia que, como sociedad, estamos alcanzando, era lo absurdo de la propia pregunta. Porque Dios existirá, si los creyentes estamos en los cierto, o no, si tienen razón los ateos, pero evidentemente existirá o dejará de existir con independencia del resultado de la final de la Eurocopa. Digo yo.