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Prejuicios & estereotipos

04/06/2023
 Actualizado a 04/06/2023
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Entendemos por ‘prejuicio’ un pensamiento negativo que alguien emite sobre una persona, cosa o situación, juzgados de antemano sin tener verdadero conocimiento de lo justo o razonable. El origen etimológico de este término se atribuye al griego ‘praeiudicium’ o ‘juicio previo’. El estereotipo proviene del griego ‘stereos’ y ‘typos’, y sirve para designar un conjunto de tipos sólidos y fijos. El prejuicio se establece a partir de presupuestos basados en costumbres, tradiciones, mitos y demás aprendizajes adquiridos. La constancia de prejuicios y estereotipos es tal, que muchas personas son atacadas por juicios de valor prejuzgados, entre otros: el color de la piel, la clase social, el género, la orientación sexual o las opiniones políticas. La diferencia entre prejuicios y estereotipos es que los primeros son creencias basándose solamente en el hecho que pertenece a un grupo determinado, mientras los segundos son las generalizaciones que hacemos sobre un grupo. Es tan abundante el caudal de prejuicios y estereotipos que no son ajenos a ninguna sociedad. Pero han ido evolucionando con el devenir de los tiempos, adaptándose y limitando su alcance y su uso a los cambios. Aunque no haya nada nuevo bajo el sol, el mundo no para de mudar. Antes, por ejemplo, las mujeres de pelo rojo eran consideradas brujas y quemadas en la hoguera. Durante muchos años se decía que la mujer rubia era tonta. Hoy todo esto nos parece impensable que se vuelva a producir.

Pero está tan arraigada la costumbre de prejuzgar y estereotipar a las personas o grupos determinados de personas por parte de cualquier ciudadano del mundo, que los políticos intentan ganar votos con ello. O si un gobierno toma medidas contra un determinado grupo sobre la base de prejuicios, es entonces cuando las personas son excluidas y perseguidas. En su momento lo han sido en España judíos, moriscos, jesuitas, liberales, masones y comunistas. Pero hay prejuicios, como el racismo, que siguen estando ahí, vigentes y perdurables, ya sea porque la sociedad entiende que hay cuestiones de la vida intangibles y han de ser siempre así.

Si el prejuicio está vinculado a emociones fuertes e intensas, traerá consigo algunos hechos adicionales, entre ellos una tendencia hacia la intolerancia y la hostilidad contra quienes piensan diferente. El efecto real de la intolerancia depende de la posición social que ocupe la persona: si es individuo medio sin influencia social alguna, quizás su intolerancia se manifestará en sus escritos en internet, en el lenguaje que usa y en la persistencia por intentar desacreditar las ideas y personas con las que no comulga.

Pero si el sujeto ocupa alguna posición de poder, puede usarlo para activamente suprimir, censurar y hasta perseguir a los disidentes. Esto se ha podido ver especialmente en el fundamentalismo religioso, pero también ha podido apreciarse en lo profano; ya que no es la religión o ausencia de ella, sino el fanatismo habitualmente derivado del prejuicio el que promueve dichas actitudes. En la emisión de un prejuicio está implícita la discriminación, la falta de educación, entendida como de desarrollo cierto de la personalidad, la falta de empatía hacia todos los colectivos, la falta de aceptación de los que no piensan o no son como nosotros.

En definitiva, la elaboración de prejuicios y estereotipos está en consonancia con la falta de una personalidad propia y firme del prejuiciador, que buscará reforzar su debilidad enfermiza en sentir que puede emitir prejuicios y tenerlos al fin por ciertos.
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