25/03/2025
 Actualizado a 25/03/2025
Guardar

La primavera es posiblemente la estación más esperada, después de venir de un invierno que, aunque en nada se parece a los inviernos de antaño, era la antesala de muchas cosas, entre otras, y quizás para nosotros en aquella edad escolar, eran las vacaciones de verano, por su larga duración y por los días de asueto que nos proporcionaban aunque, muchas veces no las mereciéramos.

Algo que, aunque a veces nos lo tomáramos a chunga en estos últimos años de tanto desarrollo y nuevas tecnologías, lo cierto es que el cambio climático ahí está (como la puerta de Alcalá) para desambientarnos sin recordar aquellos años en los que las estaciones duraban tres meses cada una basadas en el ciclo anual de temperaturas, y echando mucho de menos aquellos inviernos de botas para pisar nieve en la capital como un acontecimiento que cada año puntualmente aparecía para satisfacción de los chavales.

Después llegaba la primavera con los días más largos impregnándonos de optimismo pensando en que ya quedaba menos para la llegada de la Semana Santa con las esperadas vacaciones escolares que se recibían con mucho agrado antes de llegar las de verdad, las del verano, naturalmente.

En estos prolegómenos de fechas había de todo: lo mismo sentías el calor como en el verano, como te helabas de frió con aquellos pantalones cortos con los muslos amoratados, por llevarlos al aire libre antes de que pasáramos a la fase de ser ‘mayor’ con la satisfacción de usar el pantalón largo o bombacho que te daba más hombría.

Eran fechas en las que las chicas, con la prudencia que la censura domiciliara imponía (a los años a los que me refiero todavía no había llegado la minifalda), paseaban por las calles soleadas, en la recién llegada primavera, luciendo las mejores galas.

A la vista de lo que este comienzo de estación primaveral nos está ofreciendo, seamos más optimistas con lo nos queda por llegar y, mientras tanto, a abrigarse aunque no sea para tanto.

Como colofón, comentaré una anécdota que presencié, siendo concejal del Ayuntamiento de León, mientras enseñaba a los componentes de la orquesta que acompañaba a la indiscutible mejor cantante de canción española, Rocío Jurado, el lugar donde se podían cambiar y que, a pesar de ser por San Juan, estaba a una baja temperatura a lo que, uno de los que la acompañaba, y que conocía León, dijo aquí hay tres estaciones: La del norte, la de vía estrecha y el invierno.

Como dice el refrán «la primavera la sangre altera», esperemos que sea para bien. Y al hilo de las amenazas que por parte de las mayores potencias en el maldito arte de guerrear se vienen produciendo, permítanme la siguiente licencia que escuche a una chirigota de ‘los profesionales’ en los carnavales de Cádiz que decía así: «No me tires tiritaos en el pecho (bis), tíratelos en el culo que ya está el boquete hecho». Dedicado a los matones de la época.

Lo más leído