En unas horas despedimos el año para dar la bienvenida a uno nuevo. Aparte de las celebraciones de rigor, cada uno a su manera, existe una tendencia a hacer balance de lo acontecido en los últimos doce meses.
Recordamos los éxitos, fracasos, errores cometidos, buenos y malos momentos por los que hemos atravesado…
Porque hoy es el último día del 2024 y esto, aunque sea solo de manera simbólica, supone un final. Por supuesto, no significa que a partir de la medianoche todo vaya a cambiar radicalmente. Mucho menos que se vayan a solucionar los problemas, lo que no funciona como debería, al ritmo de las campanadas. Ojalá fuese así de sencillo.
Sin embargo, puede ser un buen momento para reflexionar sobre aquello que queremos eliminar, conservar, integrar o corregir en nuestras vidas. Y tratar de hacerlo efectivo durante el nuevo ciclo de 365 días que empieza.
Hay demasiadas cosas que están mal, demasiadas personas que sufren por causas ajenas a ellas. Guerras, catástrofes naturales, enfermedades, violencia…
Acaban de cumplirse, por ejemplo, dos meses de la Dana. Los afectados siguen luchando por recuperar su normalidad y superar sus pérdidas. La lentitud en los trabajos de reconstrucción y en el envío de las ayudas económicas por parte de las administraciones no ayuda a lograrlo.
Los conflictos bélicos activos no se detienen. La destrucción del planeta que habitamos, tampoco. Por nombrar alguno de tantos asuntos que parecen no tener solución. En ciertas situaciones resulta muy complicado encarar este comienzo de año con una actitud optimista.
Sea como sea, el tiempo transcurre sin detenerse por nada ni por nadie, sin tregua. Y no sabemos lo que nos va a deparar el 2025. Así que recibámoslo intentando conservar toda la ilusión y la esperanza que nos sea posible, dadas las circunstancias. Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Pues aprendamos de lo vivido, quizás así conseguiremos algún día romper ese mito.
FELIZ AÑO NUEVO