Cristina flantains

Propósitos para el año nuevo

01/01/2025
 Actualizado a 01/01/2025
Guardar

Durante toda mi vida he tenido una ardua relación con el aprendizaje de idiomas, concretamente el inglés. Llevo años intentando defenderme mínimamente en una conversación, pero no consigo buenos resultados a pesar de mi empeño y de la importancia capital que tiene a nivel laboral, que no deja de ser, esto segundo, un argumento, la mar de convincente para no cejar en el asunto.

Es posible que esto sea así porque la adquisición de conocimientos nunca ha sido suficiente, o porque no se me dan bien los idiomas, o porque la vida se cruza y se cruza constantemente en todo lo que se emprende demandando todo el tiempo para ella, ¡por tantas cosas! El caso es que la historia de mis estudios de inglés se resume en una ecuación en cuyo lado derecho se lee claramente: insuficiente.

La última vez que fui a clase con un grupo de adultos en mis mismas circunstancias, la estrategia que empleó la profesora fue una invitación a optimizar los conocimientos adquiridos hasta ese momento, más que adquirir conocimientos nuevos. Nos animó a rentabilizar  lo que llevamos dentro siendo esto el resultado de todas las veces que lo habíamos intentado. Nos propuso  sacarlo de donde estuviera escondido, persuadirlo como se convence a un gato esquivo, con un plato de alimento, hasta que se dejara acariciar. También nos desengañó sobre nuestras posibilidades, el inglés nunca iba a ser nuestra segunda lengua y, por último, nos pidió que simplificáramos, en todo, que nos quedásemos con el grano y desechásemos la paja y, esto último, tenía que ser una actitud, una forma de vida cada vez que entrabamos por aquella puerta.

Fue una buena idea hablarnos tan claro. Despojadas de expectativas, pero con la certeza de que lo que llevábamos dentro antes o después aparecería, nos lanzamos. Así que durante las clases de  speaking  nos esforzábamos muchísimo  por buscar el ángulo más sencillo de lo que nos  acontecía para poderlo encerrar en una frase simple, directa. De tal manera    que nuestro interlocutor entendiera, y pudiera responder con otra frase que encerrara otro punto de vista, de otra vida que se esforzaba por ser sencilla, entendible, asumible y cuya información se pudiese transmitir de una forma eficaz en otra frase simple... Conque cuando hablábamos de lo que habíamos comido, por poner un ejemplo, pasamos directamente del solomillo Wellington cubierto con foie-gras y duxelle, envuelto luego en lonchas de jamón y hojaldre, y horneado… a un filete de ternera a la plancha (grilled beef steak) ¡con que tres palabrillas maravillosas lo solucionábamos sin faltar a la verdad!

El caso es que llegando la Navidad el ejercicio de conversación versó sobre los propósitos del año nuevo. Teníamos que exponer brevemente tres propósitos y entrar en coloquio con las compañeras en cuanto a estos. Habíamos descubierto que hablar sobre cosas reales nos permitía centrar toda nuestra energía en el mensaje. Urdir historia era un plus que se volvía en contra de nuestros intereses. Porque si ya es complicado mentir-nos  o exagerar en la legua materna… ni te cuento lo que supone hacerlo en inglés.

 Estábamos tan centradas en observar nuestra realidad y en dotarla de sencillez para poder hablar de ella en inglés y tan empeñadas en optimizar hasta el último recurso que lo que salió a la palestra fueron cosas como: limpiar el coche más a menudo, no dormirse en el sofá en frente de la tele cada día al final del día, hacer limpieza de las prendas más usadas en el cajón de la ropa interior, no sacudir el mantel con las migas por la ventana de la cocina, apagar el pitillo antes de entrar en el ascensor.

De pronto nos dimos cuenta de que no había palabras para explicar por qué razón hay que proponerse ir al Gimnasio en coche para luego hacer 20 minutos en la cinta, por qué hay que bajar de peso ¡qué tiene de malo la talla 46!, por qué hay que ser feliz cada minuto si esto no es una Arcadia, por qué tengo que amar a quien no se lo merece y ser simpática con todo el mundo... y todas esas máximas clásicas que conforman los buenos propósitos cada año, inexplicables todas ellas. Bueno en realidad no entramos a valorar si no había explicación para estos propósitos tradicionales o entraban dentro de la sección de la paja.

Entre silencios y sonrisas enunciamos un listado de propósitos para el nuevo año tan tan realista, tan comprensible que consiguió emocionarnos.

Aquel curso no aprendimos más inglés del que llevábamos puesto que resultó no ser tan poco. No aprendimos nada nuevo de la vida, si acaso desandamos los caminos de cierta parafernalia. Pero aquel año, todas nosotras conocimos la satisfacción que supone cumplir puntualmente con los propósitos con los que nos habíamos comprometido.

Así que, por mi parte, después de aquello, nunca más me he propuesto empezar a ir al gimnasio, o leer dosmildoscientasveintidos novelas al mes, o vivir cada día como si fuera el último día ¡¿ quíen piensa en el último día?!, o “saber estar” caiga quien caiga en vez de estar donde más me apetece, o cuidar de mi cuerpo como si fuera el de una diosa…

No me pregunten qué fue lo que comprendí aquellas Navidades, fue algo importante que no sé decir ni en inglés ni en español pero que mi corazón entiende de maravilla.

Mi propósito del año nuevo es sencillo como la vida misma y siempre el mismo: ser amable conmigo misma (Y Patroclo añadiría:  y de ahí se seguirá que, al fin, podrás ser amable con los demás).

Palabras simples y propósitos sencillos para vidas y gentes reales.

Feliz año Nuevo

Lo más leído