'Prosas de pan’ es un delicioso nutriente espiritual amasado con la textura de la harina castellana, horneado con los aromas y sabores primigenios del amor. Una belleza comestible, de principio a fin, porque la belleza será comestible o no será nada, y este libro-alimento del periodista y escritor Aniano Gago nos sabe muy rico, con esa riqueza que le da uno el paisaje-memoria que lo habita, su tierra de Zamora, su Cañizo del alma en Tierra de Campos, ese espacio y tiempo de infancia que se revela, en su caso y en tantos otros, como la única matria verdadera, porque, como dijera el poeta Leopoldo María Panero, en la infancia se vive, luego sólo se sobrevive. La niñez como sinónimo de libertad, «de campo abierto, de cielo alto». Con una prosa comestible, cercana, aderezada con exquisita sensibilidad –tanto que resulta entrañable–, toca nuestra fibra y nuestro yo más íntimo. A lo mejor es que uno, como niño de pueblo, se siente identificado con lo que cuenta porque he vivido una realidad parecida, en tantos aspectos, a esa tierra que nos muestra como lo único real, a ese mundo rural que se queda grabado para siempre en la memoria afectiva, dejando una huella imborrable, aunque la política andante y desnortada no le preste la más mínima atención, y en muchas ocasiones hasta lo llegue a ignorar y despreciar. Algo que el autor de este libro conoce de primera mano gracias a su labor en varios medios, entre otros muchos, como periodista especializado en información política o Jefe de los Servicios informativos del Centro Territorial en Castilla y León, con sede en Valladolid. Qué tiempos aquellos. Recuerdo la imagen de Aniano en la tele, como si fuera hoy, así como su paso por el útero de Gistredo en compañía de Miguel Ángel García, hoy Corresponsal de TVE en Berlín. Transcurridos los años, las circunstancias me devolverían no sólo su imagen sino también su persona a través de la ex Escuela de cine de Ponferrada (donde llegara a impartir alguna clase magistral) y por mediación de nuestro amigo común Eduardo Keudell, el periodista y escritor argentino-berciano, quien es además el prologuista de ‘Prosas de pan’, «deudora, su prosa, de la concisión de Delibes y Pla, cronistas de la vida cotidiana», escribe Keudell a propósito de este precioso volumen estructurado en siete capítulos y compuesto por ciento cuarenta textos «con miga y alma… alma de horizonte», entre ellos diez relatos, a través de los cuales Gago, cual magistral narrador, nos desgrana su infancia y juventud así como la realidad de nuestro tiempo (la despoblación de Castilla y León, las tradiciones bárbaras: el toro de la Vega, de Tordesillas, el toro de fuego de Medinaceli, la picaresca…), porque su autor conoce bien los entresijos del oficio periodístico; y sabe plasmarlos con naturalidad, sin artificios, con la sabiduría que procura la naturaleza, con «palabras con sabor a trigo», como escribe, a modo de prólogo (Punto de salida), su compañera Carmen Domínguez.
No olvido, querido Aniano, que un día hiciste de cicerone en Valladolid. Y siempre tendré presente esas «‘Prosas de pan’ de Cañizo que se hermanan con las de Noceda del Bierzo. Palabras y sentimientos que se juntan» en un abrazo fraternal y afectuoso. La amistad como uno de los dones más preciados, que tú acostumbras a cultivar en tu bodega, en tu Cañizo zamorano y terracampino, tu aldea universal, desde donde contemplas el mundo.
Prosas de pan
09/02/2016
Actualizado a
15/09/2019
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