La Hispanidad es mucho más que una idea. Es una pasarela que, a través de una misma Lengua, raíces comunes y a través también de la Historia, nos une a muchos seres humanos a ambos lados del Atlántico.
España es, no sé si el único, pero sí uno de los pocos países que parecen sentir vergüenza de su bandera, de su himno y hasta de su nombre. Es una realidad que nos persigue y que tiene su origen en interpretaciones subjetivas de la historia, rencores cainitas y connotaciones que nunca debieron aplicarse a nuestros símbolos.
Partimos de una diversidad que nos enriquece y como tal deberíamos cuidarla y mimarla, pero no solo nos hace grandes lo que nos diferencia, lo que nos une nos hace más fuertes, ya apliquemos esta premisa a la relación entre españoles de diferentes comunidades, ya pensemos en nuestros lazos con Hispanoamérica.
«El español que no ha estado en América no sabe qué es España», decía García Lorca tras visitar Buenos Aires y Montevideo. Creo que, en general, todos los españoles vemos como hermanos a los ciudadanos del otro lado del océano y viceversa también ocurre lo mismo, salvo ciertos sectores indigenistas que parecen querer propagar un odio de raíces antiguas que quizás nunca existió o que ya resulta desproporcionado.
Claudia Sheinbaum hace mal en pedirle disculpas al rey Felipe VI. No se pueden juzgar hechos históricos pertenecientes a la Edad Media con la mentalidad del siglo XXI. Es impropio y peligroso.
Si cada país recurriera a sus grietas y espinas para establecer nuevos lazos internacionales clamando una justicia histórica inapropiada correríamos el riesgo de imponer barreras absurdas que en realidad no existen. Mejor tomemos ejemplo de la directora de orquesta Alondra de la Parra, mexicana que actualmente dirige la Orquesta de la Comunidad de Madrid y encargada este año de representar la Hispanidad. Puentes queremos y no trincheras.
Porque somos hermanos, feliz 12 de octubre.