El pulso de lo natural

11/02/2025
 Actualizado a 11/02/2025
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Nos pasamos los días rebuznando súplicas para convertirnos en un polo industrial derretido. Es fácil añorar chimeneas cuando nuestro pasado está poblado de ellas. Y de las nubes, a veces naranjas, de Roldán. Y de las nubes, las que se ven menos dañinas, de una térmica que no dejamos de añorar. Queremos apodarnos industriales y la naturaleza nos aprieta el paso para decirnos que ella, a la que siempre hemos relegado como daño colateral, sigue prestándose a ser nuestro futuro. Ha caminado a nuestro lado durante toda esa vida de currantes de bocadillo frío, esperando el abrazo dominguero por sus entrañas. Y, ahora que parece que está de moda respirar verde, levanta la mano para hacer curriculum y que la pongamos en valor como otros hacen. Son los impropios los que ponen galardones a Las Médulas, al Camino de Santiago. Los que nombran BIC al patrimonio industrial, en un guiño a ese deseo de recuperar lo perdido, aunque sea amparado por la nostalgia. Son los que ven en los fósiles de Santa Marina un catalejo al pasado único o los que han hecho que el abandonado soto de Villar de los Barrios hubiera podido llevar la corona de Bosque del año este 2024. Cobrana espera ser su sucesora, aunque no es una medalla que movilice los aplausos de quien debería. Villar de los Barrios ha pasado su reinado casi desde un apodo indefinido. Algún político de primera línea, una foto mediática…pero en lo profundo, no ha cambiado para él nada más que lo que los propios han querido que cambie. Un rincón peculiar que cuesta caminar porque necesita mimos. Parecía que ser Boque del Año se entendería como una puerta abierta a ellos. Pero, salvo las charlas de los ecologistas de renombre que han querido ver en él lo que los de casa no ven, el resto ha sido un pasar. Lástima. No tiene chimenea el soto que la haga valer más que un potosí. No contamina, ni habla ni reclama subvenciones ni amenaza con despidos si no llegan. No llega, arrasa y se va. El soto es raíz, berciana, propia. Es un entramado de venas que supuran comarca y que solo piden curar y dejar paz en los ojos que escudriñan su cuerpo. Eso no vende. El zofreral de Cobrana, hermano de los castaños salvajes de Villar, quiere recoger el testigo para 2025. Y todos los vientos le son favorables. Sus alcornocales de película, mezclados con los trasnos que de vez en cuando salen a aprovechar la magia de la panorámica tienen todo para que un país entero diga sí, sois lo más. Desde casa, faltan coronas para esos espacios que viven en las retinas que una vez los saborearon por dentro. Faltan aplausos para los que no hablan, no contaminan, no piden subvenciones. Los que lo hacen, esos sí tienen una estantería llena de trofeos.

 

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