Vivimos días convulsos. Rusia amenaza con iniciar la Tercera Guerra Mundial y muchos gobiernos europeos emiten manuales de resistencia.
Los españoles somo expertos en resiliencia. Poco más pueden llegar a hacer mal nuestros políticos y ahí seguimos trabajando, pagando impuestos, contribuyendo a ese buen vivir de diputados y consejeros.
Un mes se cumple desde que Valencia fuera arrasada por la riada y aunque las calles se van despejando, aún hay cementerios de coches que marcan el perímetro de la tragedia, garajes anegados, familias sin luz, vidas rotas, colas del hambre.
Hablamos de riada. Y digo «riada» por no decir tsunami, porque escuchando testimonios de quienes sobrevivieron y viendo videos del 29 de octubre, se puede observar con meridiana claridad que el agua no fue creciendo poco a poco, sino que fue una ola gigante la que de golpe anegó pueblos enteros. Esto evidencia que la gota fría fue el detonante, pero la tragedia sobrevino al abrir las compuertas del pantano de Forata, cuestión necesaria antes de que la presa reventase, no se niega, pero si vas a aliviar la presa, no lo hagas de golpe, avisa y evacúa, porque abrir las compuertas a tope sin avisar condena a la muerte a miles de ciudadanos.
Y por si teníamos poco Aldama tira de la manta y el PSOE no puede oler más a podrido. Por supuesto todos son por ahora «presuntos» culpables mientras los jueces no dicten sentencia, pero lo que se atisba no es moco de pavo. Tráfico de influencias, sobres con dinero negro, lingotes de oro, narco dictadoras aterrizando sin autorización en Madrid, el fiscal general del Estado imputado.
Ya lo decíamos desde hace tiempo, arriba no hay vida inteligente, solo listillos dispuestos a traficar con sacos para apoderarse de las instituciones. La derecha se frota las manos al aroma del tufo. La izquierda dirá que todo es culpa de la «fachosfera». A otros con ese relato quemado. Urge una regeneración democrática absoluta.