Los que tenemos cierta edad recordamos la forma en que Franco iniciaba sus alocuciones en el NODO: «Después de esta pertinaz sequía…» y luego seguía con lo suyo. Comparto estas palabras, pronunciadas hace más de medio siglo, que son un testimonio del clima de este país de secano, frente a los gurúes que hacen su negocio con el catastrofismo.
Igualmente recuerdo algunos pequeños incendios en Asturias, donde los incipientes ecologistas la emprendían con los eucaliptos, considerando que éstos eran –que lo son– una especie invasiva. Aunque, en rigor también lo serían los castaños de El Bierzo, que fueron traídos de Oriente por los romanos. Y otras muchas especies botánicas y faunísticas. Aquellos fuegos eran episodios esporádicos, a los que no se prestaba gran atención. Pero este año vimos que la cosa iba en serio y hasta Sánchez se presentó en la Sierra de la Culebra, donde no fue bien recibido: «¿Lo vas a arreglar tú?». Claro que no, pero mientras sea rentable quemar el monte, no dejarán de producirse incendios.
Sin duda es más fácil encender una cerilla que cavar hoyos y plantar árboles autóctonos. Llenar el monte de carballos, urces, hayedos, acebos o abedules, estaría bien. Pero en política forestal, se trata de prohibir el acceso a sus recursos para la gente de los pueblos, los que realmente cuidan el entorno, porque forma parte de su existencia y del mundo rural. Qué bonita es la amapola. Sí, pero el abandono del campo acarrea la proliferación de matorrales, malas hierbas y maleza que, llegando la calor, es pasto de las llamas.
El desencuentro con la política ha supuesto la fuga de muchos urbanitas hacia las ONG. Personas con demasiado tiempo libre que buscan dar sentido a su vida en las esferas del buenismo. Hay de todo, pero las que más interés suscitan son la ecología y el cambio climático. El enorme auge de estos movimientos ha encontrado buen caldo de cultivo en los gobiernos de hoy y de mañana, que se traduce en una considerable financiación. Cuentan estas agrupaciones con un amplio staff y rendimientos a través del IRPF que agradecerían con votos.
Mientras tanto, el ganado que no tiene quién lo defienda, muere por inanición, mientras la paja, que constituye su alimento, se destina a la fabricación de biomasa. Un paso más para acabar con la cabaña y arruinar a los ganaderos.
Hay una verdadera obsesión por la energía. Entonces, no se entiende que Sánchez afrentara a Argelia; que las centrales térmicas se derriben cuando en Alemania se están levantando; Y lo peor de todo –que apenas asoma por los medios– la sistemática destrucción de pantanos y presas, tan necesarias en esta tierra de labor, para complacer a los ecologistas profesionales.
Es inconcebible que se celebre tanto la presencia de agua en la Luna y en Marte, cuando en nuestro planeta peligra su presencia. Como siempre, detrás de esta absurda política, están los intereses de unos políticos infames. No importa arruinar parajes con generadores eólicos o los denominados huertos solares. Se financian desaladoras en Marruecos. Incluso hablan de construir depósitos como reserva, aunque para eso ya están los embalses. Pero es, si no mejor más rentable, contar con el monopolio y concesiones a multinacionales que persiguen sus beneficios propios con lo que es un bien común. Nestlé y Coca-Cola ya están en parrilla de salida, con la compra de manantiales y marcas, de nombres autóctonos como Sierra de tal, Fuente de cual… Hasta el político más lerdo sabe que una vez acabado el agua, el precio lo fijarán las empresas privatizadas y que la necesaria demanda junto a la escasez del producto, dispararían los precios. Algo sabemos en España de lo que fue el mercado negro, la especulación y el estraperlo… Ya que no defendimos las térmicas, defendamos el paisaje y el agua porque en ello nos va la vida.
Qué bonita es la amapola
10/05/2023
Actualizado a
10/05/2023
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