Quiso el azar o, mejor, el cálculo del eclesiástico calendarista que este año, como en 2018, el día de san Valentín caiga y sea, en especial, para los practicantes católicos, continuación de las carnestolendas y, por tanto, coincida con su también santo miércoles de ceniza, día de oración y ayuno e ignoro si de otras abstinencias y, por ello, tendrán (¡qué cruz!) aún más al acecho las fogosas, sensuales y sexuales tentaciones sabiéndoles cuerpo y espíritu desfallecidos tras haber resistido, si así ha sido, tanto ambiente carnaválico. ¡Qué conjunción! Aun agnóstico: ojalá las instigaciones o estímulos que inducen al deseo les sean contenibles y, si no, séanles al menos de plena deleitación.
Así, hoy miércoles en que ya carnaval será pasado o aún subsista como presente resacoso, mejor ocuparse en la búsqueda y captura de la mejor definición de ese polisémico término, «amor», que tanto ha llenado o llena o llenará nuestro pensamiento, palabra, obra y omisión –aun cuando esta última venga a hacerse puerta de entrada o paso al «des-amor»– y que hoy de manera tan comercial se celebra aun cuando bien se sepa que más bien es planta de diario cuidado.
Uno, nada ejemplar tampoco en estas experiencias (¡casi escribo lides!), después de haber leído y releído muchas veces las catorce acepciones que el diccionario nos ofrece junto a varias locuciones y frases hechas incorporadas como nuevos significados, sigue sin entender del todo esa presencia en las dos primeras acepciones que fijan cómo el tal «amor» parte de «la propia insuficiencia» o «que nos completa»; y se pregunta: ¿serán pues insuficientes e incompletos quienes no estén en-amor-ados o en-amor-a-dos?, ¿qué hacer entonces con la acepción tercera: «sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien…» y, aún más, si la relacionamos con la ya en desuso de «voluntad, consentimiento»? Nada, no hay manera. Suficiente o incompleto, completo o insuficiente sigo en esto a Ortega y Gasset: «El auténtico amor no es sino el intento de canjear dos soledades», como haría con Rilke y su «El amor consiste en dos soledades que se protegen, limitan y procuran hacerse mutuamente felices», sino fuera porque, ya saben, la felicidad me parece una abstracción indecente.
Aun así, nadie tenga cenizo este conjuntivo día ni los por venir y, aún menos, se le pongan cenizos espíritu y cuerpo. Que ya Frank Capra y Roberto Beligni nos contaron ‘Qué bello es vivir’ y ‘La vida es bella’. Recordemos: bello y bella, no fácil. ¡Vamos a ello!
Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud!