Terminó el puente de la Constitución y la Inmaculada, aperitivo de las fiestas que celebraremos en un par de semanas. Las luces de colores iluminan pueblos y ciudades, los mercadillos navideños animan sus calles.
Este ambiente de ilusión logra relegar a un segundo plano los asuntos de actualidad.
La agitación política en nuestro país llena informativos y prensa. De hecho, la corrupción, escándalos, enrocamientos, debates que rozan el absurdo y demás despropósitos llevan años colmando la paciencia de los españoles. Hasta el hastío.
Si miramos hacia fuera, las guerras se encuentran en pleno apogeo. Muertes, escaladas de violencia, invasiones, bombardeos… Desolación.
Otro asunto que levanta ampollas en los agricultores y ganaderos europeos es el reciente acuerdo alcanzado por la Unión Europea y Mercosur.
Con él se facilita el libre comercio con los países del mercado común sur; Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Ya se han convocado movilizaciones de los trabajadores del campo y se están buscando apoyos para que ese acuerdo no llegue a ratificarse.
Es entendible, ya que en Europa hay una normativa muy estricta en cuanto a abonos, herbicidas o pesticidas utilizados en agricultura, condiciones de cría de animales que procuren su bienestar y demás medidas que elevan cada vez más los costes de producción.
En otras zonas no existe tal normativa, así que es obvio que el precio del producto no puede ser el mismo. No es justo.
Lo positivo es que en el acuerdo se recoge un plan para frenar la deforestación. Si se cumple, valdrá la pena. Mantengamos la esperanza. Porque con tanto afán por construir o por agrandar los terrenos de cultivo, se olvida la importancia de respetar espacios verdes y cuidar los árboles, esos poderosos aliados a la hora de sustituir el co2 por oxígeno y conservar la biodiversidad. Es esencial para la vida, aunque parece que está poco valorada. ¿Queremos vivir en un desierto?
Pues ya hay zonas en las que los únicos árboles que se pueden contemplar ahora son los de Navidad.