Dicen los estudios que el absentismo laboral se ha incrementado en España en los últimos años. Que el 32% de los trabajadores de nuestro país, por encima de la media del resto, ha sufrido un empeoramiento de su salud mental en los pasados meses. Cuatro de cada diez empleados se encuentran de baja por enfermedad física o psicológica, nada menos.
Datos demoledores que reflejan la precaria situación de las empresas. Indicadores como la ansiedad o la depresión se han elevado desde la pandemia y se mantienen en niveles preocupantes. La padecen uno de cada cuatro empleados.
Esto, como es lógico, repercute de forma negativa en la productividad porque da lugar al referido absentismo. También a comportamientos como el presentismo o la desconexión laboral. Es decir, cumplir con el horario establecido sin aportar nada más que la mera presencia o limitarse a realizar tareas mínimas y desconectar de forma absoluta al finalizar la jornada.
Las empresas, por el bien de todos, deberían intentar revertir esta tendencia. Unos empleados felices se traducen en buenos resultados. Lógica aplastante.
Aconsejan los expertos poner el foco en el agotamiento de los trabajadores, pararse y escucharlos. Tomar más medidas personalizadas que generales, teniendo en cuenta que en toda plantilla suele haber integrantes de diferentes generaciones o grupos, con distintos intereses y necesidades. Y con una vida fuera del trabajo.
Salarios escasos, horarios inasumibles y la inestabilidad son tres enemigos acérrimos de un ambiente laboral favorable a ese deseado aumento de la productividad. Provocan malestar y estrés. Desencadenantes del síndrome del burnout o del trabajador quemado.
Aunque el hecho de que se haya disparado la demanda de sedantes y antidepresivos demuestra que el ambiente laboral, por desgracia, no es lo único que abrasa.
Para evitar quemaduras del sol existen cremas con distintos factores de protección. Las de la mente, como no se ven, las tendemos erróneamente a ignorar.