31/10/2020
 Actualizado a 31/10/2020
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Verónica Casado, consejera de Sanidad de esta nuestra comunidad, dijo esta semana que «el cariño no protege del virus». Ayer viernes el Ministerio de Sanidad notificó otro récord de contagios en España: 25.595 positivosy 239 fallecidos. Unas cifras escalofriantes que nos llevan de cabeza, si antes no ponemos remedio, a un confinamiento total. Y no hay que ser muy avispado para descubrir lo que eso puede acarrear en los trabajos y en la economía.

Mi querido y admirado Pepe Ramos, referente del periodismo a unos pocos kilómetros de la capital del viejo reino, repite constantemente que el mejor confinamiento es la responsabilidad individual y que el mejor antídoto es uno mismo.

Todos tenemos claro lo que se puede hacer y lo que no pero, ¿por qué no lo hacemos? Tendemos a pensar que los más allegados, que la familia, que los que te quieren, no pueden estar contagiados, y que eso de la Covid, sólo seduce a los de fuera. ¡Cómo van a estar contagiados, son nuestros padres!

Vamos al supermercado enfundados en guantes y rociados de gel, si tocamos algo nos volvemos a echar gel, hay quien se echa Sanytol en las suelas de loszapatosal entrar en casa ymuchos son los que han convertido el descansillo en un zapatero.

Durante estos días hemos criticado a los jóvenes por ser eso, simplemente jóvenes (nunca creí que hubiera tantos carcas), los mismos que nos metíamos con los mayores en pleno confinamiento porque bajaban a la calle diez veces, con la disculpa de comer pantierno y de comprar el periódico.

Todos lo hacemos mal. Y efectivamente todos podemos mejorar esta situación que tenemos que enderezar. De nada sirve que cumplamos las normas de lunes a viernes y el ‘finde’ coloquemos a los niños con los abuelos, que vayamos a casa de un primo a jugar a la ‘brisca’ o que organicemos unamerienda cenacon unos parientes que con un salvoconducto de dudosa procedencia han conseguido eludir a las fuerzas del orden y se han presentado en León. El cariño no protege, el cariño muestra una falsa confianza, el cariño miente y disfraza la realidady, con dos vinos, convierte todos los miedos y distancias sociales, en arrimones, besos y abrazos.

Cuando un torero en plena faena se confía y pierde la cara al toro, acostumbra a ir directo a la enfermería. El joven torero Yiyo falleció a causa de una gran cornada en la plaza de Colmenar Viejo. El maestro Chenel, ‘Antoñete’ que era cabeza del cartel, relató en el funeral «que no se podía perder la cara al toro» a lo que alguien desde el fondo respondió: «no se puede perder la cara a la muerte». Pues eso.

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