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Ramón Carnicer, Tierras de León

31/12/2014
 Actualizado a 18/09/2019
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Aunque con cierto retraso, sobre la fecha prevista, acaba de publicarse un homenaje a Ramón Carnicer en el centenario de su nacimiento (1912-2012). Un homenaje que le rendimos, en su día, al extraordinario escritor villafranquino en el monasterio de Santa María de Carracedo y que ahora la Diputación de León y el Instituto Leonés de Cultura publican en este número de su revista ‘Tierras de León’.

Se me antoja fascinante este autor berciano, un hombre cosmopolita, que nos devolviera el gusto por el viaje y por la literatura. Un ser humano que tuvo la valentía de vivir y escribir como quiso, sin ataduras a ningún sistema, que incluso renunció a presentarse, a partir de mil novecientos sesenta y dos, a premios (ya sabemos cómo se otorgan éstos, al menos algunos), un creador tan a su aire, al que le gustaba sobre todo viajar, que llegó a ser silenciado por el poder –para más inri castellano-leonés–, por decir verdades como templos. Esencial es sobre todo su libro, ‘Donde las Hurdes se llaman Cabrera’, cuyo prólogo, en su reedición ilustrada con excelentes fotos, corresponde al genial Julio Llamazares, que lo califica como «hito en la literatura de viaje española y, para quienes con más o menos fortuna insistimos en su perpetuación, una referencia de primer orden». Un referente en la literatura de viajes, sobre todo para quienes sentimos devoción por este género. Una obra que retrata, con autenticidad y un sutil sentido del humor, paisajes y paisanajes como de otro espacio-tiempo. Pasajes inolvidables, grabados a fuego en la memoria olfativa, como el del ágape en compañía de Don Manuel, el cura de Odollo, conmovedores otros, como el de la maestra de Saceda, o el encuentro con el médico y aun esas historias que Ceferino le cuenta a Ramón Carnicer de los cabreireses (en concreto de los hombres de La Baña) que se iban todos los años a pie hasta Carmona (Sevilla) durante la campaña del aceite. Sólo por escribir este viaje a pie por La Cabrera ya se merece un homenaje este grandísimo escritor, que en su día tuvo serios problemas con algunas instituciones por atreverse a ejercer su libertad de expresión. Sólo por este libro, que tanto me hace recordar a ‘Las Hurdes, Tierra sin pan’, de Buñuel, Carnicer, uno de los mejores ensayistas y novelistas del siglo XX español, se merece todos los elogios, si bien escribió otras muchas obras interesantes como ‘Gracias y desgracias de Castilla La Vieja’.

Un escritor comprometido con la realidad de su tiempo/espacio. Un ejemplo de humanismo y libertad. Y un maestro de la literatura de viajes.
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