21/01/2025
 Actualizado a 21/01/2025
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No se trata de ninguna rana perdida por el Titanic, sino de la fábula ‘La rana y el agua hirviendo’. Dice que una rana saltó un día a una olla llena de agua hirviendo, pero que inmediatamente saltó para salir y escapar. Otro día la olla estaba llena de agua fría, si bien la rana no sabía que la olla se iba calentando lentamente y  eso le permitía ir adaptándose a la temperatura. Poco a poco el agua llegó a estar tan caliente que se murió de calor. Había perdido la visión de la realidad.

Lo del Titanic ya lo sabemos. La gente bailaba feliz al son de la orquesta, sin saber que se estaban hundiendo. Preferiría equivocarme, pero creo que eso es exactamente lo que está pasando en España. Poco a poco, con el hombre narcisista, amoral y sin escrúpulos que dirige la nación, se ha ido deteriorando la democracia, a pequeños y progresivos pasos. Aupado y mantenido en el poder por los enemigos de España, ha ido cediendo a sus caprichos, de tal manera que el poder legislativo no busca el bien común, sino que hace las leyes caprichosamente buscando solamente complacer a unos pocos y blindando la poltrona del presidente del ejecutivo.

El asalto al poder judicial ha empezado escandalosamente por arriba, corrompiendo al Tribunal Constitucional. Además, la lucha contra la independencia de la justica es incesante y descarada, buscando la impunidad de la corrupción que cerca por todas partes al Presidente. Nos encontramos ahora con una España dividida, al menos en tres partes. La primera es una inmensa mayoría que no se entera de nada. Son como la rana de la fábula o como los ingenuos bailarines del Titanic. Están felices, pase lo que pase.

Hay un segundo grupo, nada desdeñable, de gente sensata y competente, que se dan cuenta de la gravedad de la situación, de que la temperatura del agua sube, que el barco se hunde, aunque sienten la impotencia de no saber cómo hacer frente a lo que se nos viene encima. Un tercer grupo no quiere ni le interesa enterarse. Son todas aquellas personas bien pagadas o subvencionadas por el ‘régimen’, sea por los cargos bien remunerados que ocupan, sea por las paguitas, o se trate de aquellos medios de comunicación bien alimentados que solo saben decir aquello de «Sí, Señor, y mande Usted». La  orquesta sigue tocando, mientras la gente baila feliz, y la rana disfruta dulcemente en la olla. Entre tanto, al otro lado del Atlántico, algunos países caribeños nos señalan claramente la meta a la que llegaremos, si no espabilamos.

Máximo Álvarez Rodríguez es sacerdote.

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