Me proporciona el Dr. Ángel Suárez García-Miranda una lista de banderas regionales por orden de antigüedad, que ha obtenido vaya usted a saber de qué pesquisas. Ya se había publicado que el estandarte de nuestro tan querido león es, posiblemente, el más antiguo del mundo, pero yo al menos no había visto nunca una comparativa de fechas tan significativa:
El escudo de León se remonta a 1126, cuando el emperador Alfonso VII lo hizo acuñar en moneda.
Las cadenas de oro del escudo de Navarra son de mediados del siglo XII, en ningún caso anteriores a 1150, que fue cuando comenzó el reinado de Sancho VI de Navarra.
El escudo de Inglaterra, los famosos tres leopardos, data de 1158.
El castillo de Castilla no es anterior a 1200, al igual que el águila del Sacro Imperio Romano Germánico.
Las flores de lis que formaron parte del escudo de armas de la monarquía francesa aparecieron en 1211.
De los cuatro palos de gules del escudo de Aragón no hay señales hasta finales del siglo XV, y muy posteriores son sus derivados catalanes. Tampoco se ha hallado ninguna prueba que documente que antes del mismo siglo se utilizase la Cruz de la Victoria como emblema asturiano.
En definitiva, el viejo león púrpura viene a ser algo así como el patriarca de la heráldica, lleva ondeando casi nueve siglos, y no sólo representa el antiguo reino, nuestra provincia y a su capital, sino que ocupa por derecho propio un cuartel superior del escudo de España, que para eso dimos «a la patria el preciado blasón».
De lo que no hay duda es de que la imagen del fiero animal, símbolo de coraje, nobleza, realeza, fuerza, majestuosidad y valor, se adoptó del topónimo León, a su vez derivación del nombre Legio de los tiempos de la fundación romana.
Ya lo decían en 1929 el padre del buen doctor, Ángel Suárez Ema, y su amigo Lamparilla en la «Guía cómica de León»: «hay quien asegura que León es una corrupción de Legio, y que León sea una corrupción no nos atrevemos a negarlo».
Y con esta cita dejaré ya de remontarme tanto en la heráldica y en la vexilología como en el árbol genealógico, y me despediré de ustedes hasta el mes de septiembre, deseándoles un magnífico verano.