Hace poco más de dos años, en mayo de 2022, el Museo Casa Botines Gaudí se quedó a las puertas de ser nombrado mejor museo europeo del año. Era ésa una convocatoria que realizaba el European Museum Forum, una organización del Consejo de Europa que lleva a cuestas 45 ediciones del, en inglés, The European Museum of The Year Award. Con sólo tres años de vida por entonces, evidentemente no fue poca cosa ser finalista y, al cabo, supuso, como señaló el Director General de FUNDOS, matriz de la institución, «una gran notoriedad de marca». Sin embargo, dos años más tarde, es decir, con cinco de vida, leemos que la Casa Botines vivirá una remusealización completa. Y el mismo Director General explicaba a propósito de esta acción alguno de los déficits actuales del museo, que se supone que son los mismos de dos años atrás, como poco.
Sucede entonces que el lego en estas materias, que somos casi todos y que solemos pensar bien aunque algunas veces nos equivoquemos, inevitablemente se pregunta a qué carta jugamos. Fuimos casi los mejores, pero vamos a reinventarnos. Tenemos una corta vida, que casi ha tocado el cielo, pero no damos para más. En fin, aun sabedores de que todo es dinámico, da la impresión de que algo no se ha explicado bien y que la única referencia que nos ofrece alguna pista es la «notoriedad de marca», algo muy leonés, por otra parte. Lo cual tiene mucho que ver, y el lego se fija en esos detalles, con la profusión de informaciones que sobre la Casa Botines habita en los medios locales. Sólo las referidas a esa entidad igualan prácticamente la suma de todas las relativas a otros museos de la ciudad, todos ellos de gran interés y calidad sin duda. Es decir, un buen gabinete de comunicación también genera notoriedad y marca. Esto no es malo en sí, salvo que se convierta en el objetivo.
No entraremos en más detalles porque somos simples legos. Sólo animamos a pensar en una más de las contradicciones que nos distinguen. Y ésta, tan suntuosa, no tiene buena pinta.