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Romancero gitano

06/04/2024
 Actualizado a 06/04/2024
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Al atardecer de un sábado, en la soleada terraza de una cafetería, un nutrido grupo de gitanos conversaba en torno a varias mesas. Mientras, sus mujeres jugaban en un parque muy próximo, formando a su vez un corrillo risueño en torno a la algarabía de su chavalería.

En la mesa de los varones se dilucidaba un asunto de familia. Parecía ser que dos adolescentes del clan habían decidido fugarse para vivir su amor por libre y arrancar la resignación de sus familias al margen de cualquier arreglo o pedimento.

Los hombres hablaban con vehemencia, pero sin disputa, defendiendo dos posturas contrapuestas:

– Tío, si los chiquillos se quieren… las cosas cambian y estamos en el dos mil veinticuatro. No pretendas seguir como hace siglos. 

– Mira, compadre, son nuestras costumbres, tú quieres correr mucho. Hablas como si estuviéramos en el dos mil treinta. Como perdamos nuestras tradiciones perdemos todo…

Y la palabra tradición quedó resonando en el aire como aquellas evocadoras notas que salían de la garganta de Teyve, el judío ucraniano protagonista de la película ‘El violinista en el tejado’ que cantaba agitándose histriónicamente «¿Cómo guardamos el equilibrio?»… ¡tradición!

Curioso paralelismo, el que ha ido derramando el paso de la historia, entre el pueblo judío y el pueblo gitano. Ambos perseguidos y masacrados con especial incidencia durante el Holocausto nazi en el que se calcula que fueron asesinados sobre medio millón de gitanos y gitanas tal y como relata la escritora malagueña Lola Cabrillana, premio nacional de la Fundación Secretariado Gitano en su novela homónima ‘La maestra gitana’. «Fuimos parte de la historia, pero ni uno de nosotros estuvo presente en los juicios de Nuremberg, donde se juzgó a los culpables por los crímenes cometidos contra la humanidad. No hubo un solo testimonio gitano de todos los que sufrieron la barbarie».

Tal hecho se recoge también en su himno internacional el ‘Gelem, Gelem’, que en romaní significa «Anduve, Anduve», aprobado en 1971 bajo la presidencia del actor gitano Yul Brynner, y que este lunes, 8 de abril, Día Mundial de Pueblo Gitano, se escuchará rasgando las cuerdas de gargantas y guitarras: «También yo tenía una gran familia/La Legión Negra la asesinó./Hombres y mujeres fueron descuartizados,/ entre ellos niños pequeños».

Ya les veo el lunes mostrando con orgullo su bandera gitana con sus dos franjas horizontales, la de azul cielo protector y otra verde olivo. Y entre ambas, la rueda roja de un carro itinerante y nómada, que en las noches rueda bajo la mirada atenta de una luna que para ellos inventó un joven poeta granadino asesinado, que sin ellos no podría haber escrito su ‘Romancero Gitano’.

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