Una rueda de prensa en verano

05/07/2024
 Actualizado a 05/07/2024
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Se abre el telón y aparece un caos bullicioso que mueve las sillas de un lado a otro e invita a sentarse a una copiosa comitiva de ponentes que van pasándose un micrófono estirado, dejando que hable una voz lejana por unos altavoces que apenas suenan. Los espectadores, mientras tanto, miran y asimilan a sabiendas de que no quedarán sillas para dejar posar su culo ante la tremenda perorata entre poética y excesiva que está por llegar. El bigotillo –aun lampiño– ya resplandece por el sudor incipiente con el que acecha el calor. 

Breve ráfaga de sol. Gota de sudor. Corriente de aire caliente. Gota de sudor. Discursos alargados con apariencia de cátedra filosófica. Gota de sudor. Rayito soleado que te molesta a la vista y gota de sudor que te cae desde el sobaco hasta casi la uña del dedo gordo del pie.

La comitiva ni se inmuta, acompañados todos los miembros de la comparsa de botellas de cristal llenas de un agua que rezuma frescor. Y hasta hacen chascarrillos que pretenden ser metáforas y son ideas más manidas que las tetas de una vaca. 

Tú esperas. Esperas y esperas un último minuto que ya viene previsto sin necesidad de guion y que igualmente parece incierto. «¿Qué hora es?», preguntas atontada. «¿Qué?», te responden de forma similar. La siguiente pregunta suena más a «¿Dónde estoy? ¿qué hago aquí? ¿quién soy?». El delirio de ser sumamente consciente de estar perdiendo el tiempo paulatinamente a la vez que esperas la llegada de ese punto y final a una media hora eterna de sinsabores que se hace más larga que el verano entero de cualquier niño. 

Se cierra el telón y, si lo piensas bien, no ha aparecido nada. ¿Cómo se llama la película?... ‘Una rueda de prensa estival’.

Y la estación del año se hace apreciable sin que haga falta consultar el calendario, pues nunca se ve a tanta gente, a tanta autoridad, en la presentación de un acto cultural. Como mucho, en una visita institucional a alguna exposición que les sirve de excusa para demostrar su destreza ante el foco con una sonrisa más ensayada que el monólogo de un actor.

Del verano lo que menos me gustaba era el calor. Ahora, sin duda, llegan al primer puesto esas convocatorias llenas de interlocutores que se agradecen y se agradecen y se siguen agradeciendo hasta perder el sentido. 

–Gracias– dice uno. 

–¿A quién?– responde el de su lado. 

–A ti.– Este no se sabe ni quién es. 

–A mí, ¿por qué?– Tú ya no sabes ni de dónde sale la voz. 

–Por venir.– Responde el delirio de estar sumamente encantado de conocerse a sí mismo. 

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