El mundo al revés. Lo habitual es que la gente de la ciudad acuda al campo para disfrutar de la tranquilidad y relajación que éste ofrece, pero ahora las tornas, aunque sea temporalmente, han cambiado. Es la gente del campo la que acude a las urbes para alterar la ya a veces caótica vida urbanita. Las gigantescas ruedas de los tractores han dejado de girar por la tierra que nos da de comer y han comenzado a desplazarse por el asfalto, superficie que es la que pisan habitualmente las mentes pensantes que deciden cómo se debe trabajar en el mundo rural.
Es llamativo cómo estos días nuestros coches parecen de juguete al lado de esos monstruos de motor que han invadido las carreteras y ciudades. Irremediablemente cada vez que veo una tractorada mi memoria se va a 1975, cuando los agricultores y ganaderos del sur de León colapsaron con sus tractores la ciudad de León para mostrar su oposición al proyecto de instalación de la central nuclear de Valencia de Don Juan. Han pasado casi cinco décadas, pero el objetivo que persiguen es el mismo, defender su supervivencia. En aquella época el problema eran los efectos negativos derivados de la energía nuclear y en la actualidad, la radiación ha dejado paso a una excesiva regulación europea, la indefensión ante la competencia desleal de otros países externos a la vieja Europa y la interminable burocracia.
Pocos serán los que no empaticen con los agricultores y ganaderos y comprendan su miedo y cabreo. Seríamos hipócritas si no reconociéramos que hay ciertos colectivos que tienen mayor comprensión entre la gente de a pie cuando se movilizan. No es aceptado de la misma manera que los controladores aéreos intenten paralizar los aeropuertos o que los funcionarios se pongan en huelga, que la gente del campo diga basta ya y haga saltar por los aires la normalidad de la vida de las personas que nos alimentamos gracias a su esfuerzo. Los trastornos que provocan unos y otros pueden ser comparables, pero la ciudadanía los digiere de manera diferente. Eso sí, todo tiene un límite y la paciencia y comprensión actual generalizada es finita. Durante días los medios de comunicación se han hecho eco de las demandas de los manifestantes, pero cada jornada que pasa las consecuencias de sus protestas ganan mayor espacio, dejando en un lugar residual los problemas del sector y eso es peligroso.
El campo está rugiendo y es obligación de todos escucharle. En juego no sólo está el futuro y modo de vida de los agricultores y ganaderos, sino también el suyo y el mío.