No hay que ser un Castelar, pero sí sería conveniente que se cuidara el lenguaje para hacerlo más preciso y significativo, lejos de la pobreza léxica, los anglicismos innecesarios y las frases hechas como «han saltado las alarmas» u otras memeces que escuchamos a diario.
Era tradición que, en los pueblos de la meseta, aparecieran ilustres predicadores que removían las conciencias de la gente. Unos demóstenes que llegaban una vez al año y que el pueblo escuchaba absorto, más por su elocuencia que por la propia fe.
En cierta ocasión, contra todo pronóstico, fue una monja la que vino a predicar y debió de hacerlo con tanta convicción que, en los días siguientes, una larga lista de mozas, tomaron los votos. La conmoción fue general. Noviazgos rotos; matrimonios a punto de celebrarse interrumpidos y muchas mujeres trabajadoras que dejaron los puestos vacíos.
Una nueva versión la de las Benedictinas de Sahagún, ofreciendo su convento y dando la oportunidad a mujeres que quieran experimentar desde dentro la apartada vida monástica, para hacer unas prácticas por las que ya han optado más de un centenar de chicas.
Aunque parezca chocante, la iniciativa es muy novedosa y no me extrañaría que surtiera efecto. Son tantos los disgustos, decepciones, engaños y vidas sin sentido que cambiar de vida podría ser un aliciente para muchas personas. El retiro, la disciplina, el sosiego y la meditación entre los claustros de un convento serían una buena terapia.
No lejos de Sahagún de Campos, en Belorado, otras Monjas, las Clarisas, han tomado con determinación, una postura cismática hacia la Iglesia y el Concilio Vaticano II. El motivo pudo ser el cierre de los templos ordenado por los obispos, la suspensión de impartir los sacramentos y abandonar a los enfermos a su suerte, durante la pandemia.
Por más que nos extrañen, estas llamadas de atención a la jerarquía, son significativas y deberían servir para replantear la situación de la mujer en la Iglesia. En estos tiempos es difícil justificar que las hermanas sean relegadas de los oficios religiosos y otras labores esenciales: Que no se les permita celebrar la Eucaristía, funerales, bautismos, matrimonios u otros sacramentos. Lo de los matrimonios daría mucho que hablar y lo dejamos para más adelante.
Estas podrían ser las siguientes reivindicaciones, pero con Bergoglio va a ser prácticamente imposible. Lamentable, el episodio de recibir en audiencia a Yolanda Díaz; un personaje que no merecería ni un minuto de su tiempo. Menos gente ‘guapa’ y más compromiso hacia su ‘grey’. Amén.