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Saltar de alegría

30/12/2023
 Actualizado a 30/12/2023
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Hace unos días cuando regresaba a casa tras llevar mi depósito de dignidad hasta arriba, debido a una intensa mañana de trabajo y asumiendo la broma de mal gusto de que el trabajo dignifica, vi a un niño de unos diez años caminando mientras saltaba de alegría por la acera. El origen y el destino de éste era lo de menos, igual de irrelevante me pareció el motivo que le llevara a caminar así, lo verdaderamente importante era la felicidad que sentía y lo más especial, que transmitía a cualquiera que fijara sus ojos en él.

Es curioso, pero mi reacción inmediata a esa escena fue un sentimiento de añoranza y de cabreo con uno mismo y con la sociedad en su conjunto. Me pregunté cuándo habría sido la última vez que también di esos saltos y los años que podría tener. Sabía de antemano que no tenía respuesta a dicha cuestión, pero al menos me sirvió para darme cuenta de que quizás el día que dejas de dar esos saltos marca un antes y un después en la vida de las personas. La vergüenza y el qué dirán sepultan la inocencia y naturalidad de la niñez, inaugurando una etapa en la que ya nunca volveremos a demostrar nuestra felicidad con esos típicos saltos.

Tengo que reconocerles que no me he podido resistir a la tentación de en un sitio ajeno a miradas indiscretas caminar mientras daba esos inconfundibles brincos. Al igual que ocurre con andar en bici, les aseguro que no se olvida. Sólo cuesta un segundo comenzar la cadencia en cuestión y luego ya sale sola. Y no les engaño, además de sentirme algo ridículo, cuando no debería, sentí una sensación extraña pero satisfactoria. 

Mi siguiente pensamiento tras ese experimento, con el que intenté retroceder varias décadas y reencontrarme con el niño que saltaba de alegría por las calles de Valencia de Don Juan, fue imaginarme un mundo en el que la personas, sin importar su edad, demostraran sin pudor su felicidad de esa manera. Nada más tener ese pensamiento mi boca dibujó una sonrisa. Acostumbrados a la seriedad que nos autoimponemos podría parecernos una escena distópica, pero me reconocerán que sería maravilloso. Imagínense cualquier calle o plaza de su localidad por la que hubiera gente caminando normal, pero otras personas desplazándose mientras dan pequeños saltos de alegría. Hasta los que no tuvieran ningún motivo concreto en ese momento para saltar, se contagiarían de cierta alegría y optimismo. Es triste, pero esa muestra sincera de felicidad se ha visto sustituida por imágenes llenas de falsedad en redes sociales. Ojalá dejáramos de publicar tanto y volviéramos a saltar como hacíamos cuando éramos niños. 

 

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