10/05/2024
 Actualizado a 10/05/2024
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Algo no estamos haciendo bien cuando a un paisano como Luis Mateo Díez le dan el Premio Cervantes y no pasa de un titular y alguna foto en la sección de cultura con un recorrido que no va mucho más allá de un grupo de ‘culturetas’, mientras que las imágenes de un boxeador dando una camada de hostias a un tipo que supuestamente agredía a su pareja en un cine de León, se convierte en tendencia en todas las redes sociales.

Creo que no merece la pena intentar comparar el esfuerzo ni la capacidad creativa del escritor leonés frente al boxeador, para darnos cuenta que nuestra escala de valores y nuestras motivaciones están bastante alteradas. ¿Para qué vas a dedicar tu vida a legar a la sociedad más de medio centenar de novelas, relatos y poemarios, cuando con 3 puñetazos y 2 patadas vas a conseguir una repercusión infinitamente mayor (a corto plazo) en medios y redes?

En muchas ocasiones les he dicho que tenemos los políticos que nos merecemos y con el ejemplo que les he dado, no es extraño que la política española se haya convertido en el salvaje oeste donde hay mucho pistolero, mucho indio y mucha meretriz. El mensaje que mandamos a nuestros políticos, como ciudadanos, es que la vulgaridad y el navajeo les sale a cuenta y que «no dejes que un análisis o reflexión, te arruine un buen ‘tweet’».

Casos de políticos conocidos por su habilidad desenfundando el ‘revólver’ en las redes sociales los hay en todos los partidos, y son la punta de lanza de esa anti política de cabaret donde se termina dirimiendo las partidas de naipes con un duelo al atardecer a golpe de tweet. No nos podemos escandalizar cuando, por regla general, es lo que reclamamos como sociedad.

Bien es cierto, que ese tipo de político de verbo fácil y lengua viperina, suele convertirse en su propia víctima, y son sus propios partidos los que con la velocidad que marcan los tiempos, pasan un día de azuzarles para que salgan a morder al rival, a ser apartados como ese cuchillo de carnicero que ha dejado de ser eficaz por la pérdida de filo, convirtiéndose en juguetes rotos de la política.

El juego de esa clase de políticos es llegar lo más alto posible lo más rápido posible y permanecer allí el mayor tiempo posible. Un auténtico espejismo, porque la realidad que nos demuestra la historia es que, ese papel que han desempeñado, siempre les termina pasando factura, y ese camorrismo del que hacen gala, les perseguirá siempre en su vida personal y profesional.

Ahora mismo el pistolero que se lleva la palma, seguido muy de cerca por otros muchos, es el ministro de trasporte, el pucelano Óscar Puente, que como no le es suficiente las enganchadas patrias, se ha liado a buscar gresca al otro lado del océano llamando drogadicto al presidente electo de Argentina, Javier Milei.

Lejos de ser reprendido por su jefe, éste le anima a que siga diciendo barbaridades y sus votantes le aplauden y vitorean como si se tratase de un boxeador golpeando a un contrincante en la proyección de una película infantil.

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