Hace una semana, más o menos, este periódico dedicó sus primeras páginas a la ya vieja historia de la segunda fase del Hotel. Segunda fase que, ya anteriormente di mi opinión, no veremos nunca.
¿Por qué?
Ya es sintomático que esa segunda fase hoy dependiente del gobierno socialista, pasara también, y en su principio, por el gobierno ‘popular’, y tanto ahora, como antes, nunca vimos una respuesta clara que haya ido más allá de «el proyecto está en marcha a falta de algunas concreciones, pero…». Y ese pero ha incluido variadas razones, unas correctas y otras no tanto, que no voy a enumerar.
Y así seguiremos, porque nadie se atreverá a poner el cascabel al gato y decir que no. Ni unos ni otros.
¿Por qué?
Para empezar un poquito de historia.
El proyecto se gestó a principio de los sesenta, según algunos como compensación a no haber puesto aquí la factoría Renault, primera fábrica de coches en España y que se fue a Valladolid, aunque es bastante más probable que lo fuera como parte del plan de ofrecer una buena red de hoteles en España como base al incipiente turismo que venía y que no tenía demasiado buenas ofertas, salvo en dos o tres ciudades importantes, y León no era una de ellas.
La lista de hoteles era ciertamente corta. Pocos, pequeños y en general de bajo nivel, a excepción del Hotel Conde Luna, inaugurado por esas mismas fechas y que promocionó la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León, al socaire de la celebración en la ciudad del Congreso Eucarístico Nacional.
Y aquella inauguración fue un bombazo, tanto por el nivel como por el servicio y los eventos que se organizaban. Quién de entonces no recuerda la ‘Galaxia’. Durante años cualquier boda que se preciara tenía que ser en el Hostal, tanto que se hizo famoso el fijar la fecha del enlace a partir de saber la fecha en que se podía hacer allí el banquete.
Pero hoy los tiempos son otros. La oferta actual de plazas no tiene nada que ver con la de entonces, no es necesario cubrir ningún déficit, ni tampoco poner en el mercado casi 200 habitaciones de cinco estrellas Gran Lujo como era en su momento y que dudo mucho que fueran cubiertas a diario.
Ya la ministra Maroto, y por «si acaso» (y porqué), apuntó que habría que tener cuidado en un generar competencia con el resto de hoteles de la ciudad, advertencia innecesaria si San Marcos iba a militar en otra liga (5 estrella GL) de categoría superior al resto de los mortales.
Aparte de estas cosas político-económicas, el edificio en sí, tal y como está ahora, mire usted qué casualidad, es un todo único, una unidad de negocio cerrada, que sigue una forma de negocio muy propia de Paradores: un edificio histórico, a conservar y usar al límite de sus posibilidades, sin más anexos ni adiciones.
Tiene un número de habitaciones, cincuenta y una, que justamente cumple el estándar mínimo que siempre oí como arquitecto cuando clientes varios, profesionales de la hostelería, planteaban la construcción de un hotel: El número mínimo de rentabilidad estaba en las 50/60 pues el costo de funcionamiento era igual para 10 que para 50 y eso fijaba la rentabilidad.
Las instalaciones de servicio son las necesarias para ese volumen, y en ningún caso suficientes para un tamaño cuatro veces superior.
Lo que antes era el espacio de conexión con las habitaciones de ampliación es ahora destinado a habitaciones, así se planteó desde el inicio de la actual remodelación, casi en secreto, hasta que quedó claro que, en ningún caso, habría una continuidad estructural con la fase siguiente. Con este criterio cualquier ampliación habría de poner nuevamente en obras el edificio principal (cosa impensable), o habría ubicarse en un cuerpo aparte, conectado con el actual por un corredor en planta baja, solución nada acorde con la categoría que se pretende, además de obligar a una reestructuración complicadísimas de los servicios del edificio completo.
Todo ello aquí y ahora, sin presupuestos generales del estado ahora y, al menos, tampoco para el año que viene.
Y así va a seguir, nos digan lo que nos digan, y, por supuesto, sin admitir que aquí se acaba la historia, cosa en la que he insistido por tercera o cuarta vez en esta misma página de opinión.
Pero hoy, ahora, doy un paso más. Estoy de acuerdo con que no se lleve adelante la ampliación, no es lógico seguir con una segunda fase innecesaria por ya haber suficientes plazas (lo de la competencia con otros establecimientos no tiene base ninguna en una economía, se supone, de libre mercado como la que tenemos, al menos en teoría) y porque y sobre todo, llegaríamos a una explotación deficitaria que, como siempre y al final, pagaríamos todos, según extendida costumbre. Bien está como está, y no se necesita más, incluso aunque saquemos a relucir el maltrato a esta provincia, la desigualdad con otros y todo eso.
PERO.
Eso no puede significar que se quede ahí el asunto. ¿La segunda fase supondría unos cuantos millones? Bien, aplíquense a otra cosa, dígannos que esos fondos se van a dedicar a generar puestos de trabajo productivos, no de mesa para recibir papeles ni haciendo aceras y jardincillos, sino trayendo industrias, laboratorios o cualquiera de las muchas formas de enriquecimiento financiero y comercial. Tenga, quien sea, el valor de poner el cascabel al gato, aclarar que no va a seguir adelante la ampliación, pero que aquí tenemos unos fondos, incluso mayorándolos para mejor venta de la propuesta, por ejemplo, que se van a aplicar en el desarrollo de la provincia. Que falta le hace.
¿Se atreverá alguien?