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Sánchez se vuelca en la agenda

27/11/2023
 Actualizado a 27/11/2023
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La investidura de Sánchez tuvo sus momentos polémicos, como era previsible, pero una vez conseguida, con un amplio número de votos, el presidente se ha lanzado a la tarea de la gobernanza, como si quisiera volver cuando antes a una normalidad que, sin embargo, será difícil de lograr. Que muchos analistas (y, desde luego, la oposición) consideren que encaramos una legislatura extraordinariamente compleja, parce haber animado a Sánchez, que suele crecerse en las dificultades, sean ajenas o dentro de su propio partido, para intentar regresar cuanto antes a la calma y a las tareas de gobierno. Todo el engranaje de la amnistía y los pactos con Junts pasan de inmediato a segundo plano para el presidente, al menos de momento, porque se quiere insistir en que lo que importa es la tarea de gobernar. 

Sánchez ha retomado la agenda a toda velocidad. No quiere dar pábulo al escepticismo ni a un aluvión de críticas y descalificaciones, aunque seguirán ahí. Necesita pasar página cuanto antes de la investidura dura, de los acuerdos con los independentistas que han levantado algunas movidas un tanto apocalípticas, y, mientras esas calles próximas a la sede de su partido se incendiaban tras hacerse con el gobierno, él ha optado por revestirlo todo cuanto antes de normalidad, por subrayar la economía, cuyos datos le favorecen, por volcarse en la agenda internacional, que siempre da más alegrías a pesar del grave momento que vive el mundo. 

Hay ya una tensión clara entre lo que la oposición quiere, que es mantener viva la llama de la polémica por la amnistía todo el tiempo posible, y por lo que pueda venir, y este intento de Sánchez por ponerse cuanto antes con las cosas del comer, con el programa de gobierno, con las medidas sociales, a la vez que subraya su presencia, como decimos, aún al frente la presidencia del Consejo europeo, y, sobre todo, en el contexto internacional, donde hay muchas cosas que decir. Y algunas, a lo que se ve, también polémicas. Sánchez cree que tiene mucho que ganar en el ámbito internacional, juega fuerte en ese terreno, lo ha hecho en su visita a Oriente Próximo en las últimas horas, y es posible que lo prefiera con mucho a este ruido, a esta furia, que siempre se da en las distancias cortas de un patio de vecinos. 

Naturalmente, la legislatura se presenta como una travesía compleja, y Sánchez lo sabe muy bien, pero a fin de cuentas ya está en el lugar donde quería estar. Habrá obstáculos, Europa estudia, por ejemplo, la naturaleza de la amnistía pactada, pero no parece que nada de lo que pueda venir vaya a desconectar a Sánchez de lo que quiere. El objetivo era hacerse con un gobierno para la izquierda, y para ello, y en cierto modo así se ha reconocido, se pagó un precio que quizás en otras circunstancias no se hubiera pagado, pero, añaden al tiempo, en realidad sólo se ha acelerado lo que tarde o temprano tendría que ocurrir. Pocas veces, desde luego, la separación entre gobierno y oposición ha sido tan grande, tan radical, tan enconada, como es ahora mismo. Pero Sánchez entra en una etapa en la que va a preferir no alimentar la tensión. 

Ganada la Moncloa, Sánchez puso toda la maquinaria política en funcionamiento: el gobierno apareció en unas horas, aunque a buen seguro venía amasándose en silencio, como los pactos de investidura, y Sánchez desembocó con una mezcla de ministros nuevos y veteranos, entre el continuismo y la renovación, que pretendía poner la acción política por encima de todo, dejar fuera de contexto el ruido y las algaradas en las calles, y, en suma, dar la imagen de normalidad que es lo que Sánchez ama más en este momento. 

Es cierto que las protestas han seguido, y puede que reverdezcan en momentos puntuales (las habrá, con respecto a la amnistía), pero parece obvio que la mayoría de los partidos ya están en otra cosa, porque como reconoció Feijóo, aunque fuera con disgusto, Sánchez es el presidente y el gobierno se ha puesto en marcha. Otra cosa, quizás, Abascal, que articuló su crítica con gran dramatismo durante estas semanas, mientras contempla ahora, a buen seguro con sumo gusto, el ascenso de figuras como Milei, en Argentina, y, no con tanto éxito, como Wilders en los Países Bajos. 

Feijóo, quizás con un sentido más pragmático, ha plegado velas, en cierto modo, y espera mejores momentos. Están por resolver, precisamente, las dificultades de sus coaliciones con Vox, especialmente a la luz de las posturas más extremas que pudieron verse en las calles de Madrid a raíz de los acuerdos de Sánchez con Puigdemont. Los analistas creen que uno de los problemas de Feijóo reside en esa doble cara, o doble alma, que parece derivarse de su declarada pasión por la moderación y la necesidad imperiosa de los votos de la ultraderecha. Es un asunto de muy difícil resolución, que probablemente volverá a aparecer. No es la situación ideal que desearía el líder gallego en su desembarco madrileño, pero es lo que hay. Es probable que, si Vox no existiera, Feijóo se lanzaría de forma más decidida por el espacio del centro, y, en suma. por todo el espacio de la derecha. Pero resulta que Vox existe. El sudoku de difícil resolución no sólo habla de la dificultad de conjugar el concepto de moderación con sus pactos políticos con la derecha más extrema, sino del problema para pactar con otros partidos con los que los Populares lo han hecho con anterioridad, como se demostró en la investidura perdida, precisamente, por no encontrar a nadie que quisiera entrar en una ecuación así. 

En ello está. Pues, aceptado al fin el liderazgo del Sánchez, el pragmatismo del gallego le lleva a no perder más tiempo. Le lleva a retomar su agenda, en cierto modo, como el propio Sánchez. Debatir hasta el infinito y más allá no llevará a nada, y lo hecho, hecho está. Y así, Feijóo, para ejercer una oposición que engorde sus expectativas, necesita articular el espacio doméstico, lo que los ingleses llaman ‘housekeeping’. Feijóo atesora experiencia política, eso nadie puede dudarlo. Y aunque Madrid es otra cosa, como ha tenido ocasión de comprobar, sabrá que el ordenamiento de la casa es imprescindible para acometer empresas futuras, aunque sea algo incómodo. A veces, las tareas domésticas son las más difíciles de todas. 

No está Sánchez totalmente libre de ellas, con la contestación interna, que, sin embargo, al lograr el gobierno, es ya mínima. Sumar parece un socio de coalición más cercano, con el que puede entenderse mejor, y en eso está en mejor disposición para sus intereses. Quedan los rescoldos del desencanto de Podemos, manifestado por Irene Montero. Pero Sánchez habrá pensado que todo se andará. Y que tiempo al tiempo. Ganar la Moncloa lo alivia todo.

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