Una de las mejores experiencias culturales habidas en León, fue la creación del cineclub Candilejas. Aún conservo el carnet, como recuerdo, o por si se diera el milagro de volver a ver auténtico cine; porque hoy en las tv y plataformas, hay más cantidad que calidad y los buenos filmes siguen proyectándose en las clásicas salas de cine.
Una película inevitable era ‘Cuerno de Cabra’, que no me gustó nada, pero que tuve que ver varias veces en otros clubes similares. Creo que era búlgara. Una familia de pastores que duermen juntos en la cabaña, con el ganado. Una violación y la consiguiente venganza. En el otro extremo: ‘Trenes rigurosamente vigilados’ y muchas más: ‘Papá está en viaje de negocios’, ‘Días de Vino y Rosas’, ‘Fahrenheit 451’, ‘Jules et Jim’ o los ‘Cuatrocientos golpes’. Y especialmente, ‘El tercer Hombre’. Con la presencia de Oscar Welles y Joseph Cotten y otros grandes intérpretes. La tristeza de Alida Valli no es fácil de olvidar. Proverbiales son las perspectivas y el magistral uso de los claroscuros y caracteres… y la música de Anton Karas. Todo refleja el ambiente de postguerra y la miseria que toda guerra deja tras sí.
Hoy, en occidente no hay paz, pero se respira felicidad, consumo, turismo, redes y dispositivos. Una superficialidad gregaria que arrincona la cultura, el cine, la palabra dicha, la lectura y los sentimientos. Todo está en los móviles; y éstos por todas. La comunicación por mensajes, dibujos y fotos. Desde los wasaps de los cuñaos, hasta lo más abyecto o las trolas de los políticos. Sin mayúsculas, acentos, puntuación, ni expresividad. Mal escritos, llenos de faltas y los llamados emoticones. Mejor callar.
Volviendo a ‘El tercer hombre’ Cotten es un escritor y, como tal, le presentan a un selecto club cultural de los intelectuales que aún quedaban en Viena. Cuando descubren que su género son las novelas del Oeste –tal como Marcial Lafuente Estefanía– todos abandonan la sala. Todos… salvo el rudo sargento Paine que se entusiasma al conocer al autor del “Jinete de Santafé” (Historias de kiosko).
Por último, un pasaje del mencionado libro ‘Fahrenheit 451’ de Ray Bradbury, el de ‘La naranja mecánica’, y película de Truffaut. La trama presenta a personas memorizando libros, tras ser prohibidos. Pero esa historia no se repetirá mientras existan tipos como el sargento Paine, defendiendo ante el enemigo los cines y el acto de leer.