Cuando a Quirico, el del conjunto musical (flauta y tamboril) ‘Fausto y Quirico’ le entraba la sed, a media mañana, en el ‘baile vermouth’, después de misa, decía que se le había mojado la payeta y dejaba de soplar. Y, aunque Fausto, el de Quintanas, siguiera redoblando su tambor y las parejas continuaran bailando, ya no era lo mismo.
No era lo mismo porque todos veían que a lo que iba Quirico era a remojar la garganta porque lo veían levantar la bota de vino y abrir la boca «hasta atrás» y el chorro morado cayendo y empapándole todo; la boca, la frente y hasta los tirantes con los que se sujetaban sus pantalones de pana en pleno agosto. Y, terminada la pieza, Fausto también se levantaba y hacía lo mismo. Y, después de una pequeña pausa, los dos volvían a subirse al carro, en medio de la plaza, y comenzaban una nueva. ¡Vosotros, los músicos! ¿No sabéis aquella de Manolo Escobar; si hombre, la de Viva España?
Y todos se quedaban patidifusos esperando a ver si Fausto y Quirico le hacían caso al falangista aquel... y no se lo hacían... y empezaban una de aquellas de toda la vida de Dios con ritmo de vals para que las parejas tuvieran que sujetarse bien para no caer por la cuesta de la fuente que daba al reguero.
¿Y la payeta? Se le secó otra vez. Y unas mozas cantoras, que habían sido monjas, cantaban a coro arrimadas a la ventana de las escuelas, mientras unos forasteros se acercaban y les preguntaban: ¿Bailais, mozas? ¡No, no bailamos! ¡Pues, entonces, de lo otro, ni hablamos!
Quirico era de Villahibiera del Esla, la tierra de los modorros, porque había una fuente que si bebían las ovejas comenzaban a dar vueltas y más vueltas sobre sí mismas. Una fuente milagrosa que debía contener la verdadera sustancia de la sabiduría, puesto que de allí salieron verdaderos talentos, como el profesor Demetrio Férnández, el escultor Amancio..... y otros. Fausto era de Quintana de Rueda.
Del Demetrio estamos leyendo su último libro: Los papeles de Walter Benjamín. Y no parece que se le haya secado la payeta. Del segundo, llenos están los espacios públicos leoneses de sus geniales esculturas. De Fausto tenemos a su hijo, Julio Ferreas, compositor de los Romances del Moro Quil, con letra de Ángel Fierro, una verdadera delicia para los oídos.
Aquellas fiestas en Villacidayo (Cavite) y aquel ambiente amable y seductor para unos niños que miraban, extasiados, a las parejas bailando, tropezando en las piedras de la fuente, sospechando el amor.