Se está haciendo común mantener conversaciones salpicadas de expresiones como «no sé dónde vamos a llegar» o «esto es el fin».
Crece la sensación de que poca gente está conforme con su situación.
Este fin de semana recorrieron Madrid cientos de personas que reivindican su derecho a una vivienda digna y asequible. Una vez más, hastiados de la inacción de las administraciones y poderes públicos competentes. Lo mismo que las quejas constantes de los sanitarios, el cuento de nunca acabar.
Los veterinarios anuncian acciones contra la nueva normativa que entró en vigor el 2 de enero.
Ahora es imprescindible la identificación individual del animal para la prescripción del tratamiento. Los no identificados, abandonados o gatos comunitarios tendrían serias dificultades a la hora de ser medicados. Advierten los profesionales que esto, además de perjudicar a la salud de esos animales representa un riesgo para quienes están en contacto con ellos.
Además del tiempo que supone el registro de cada receta en el sistema. Ven recortada su libertad al desempeñar su trabajo. La prioridad debería ser el diagnóstico y curación de la mascota, ¿o no?
Si echamos un vistazo al mundo rural, tenemos a los agricultores y ganaderos en pie de guerra a raíz del acuerdo de libre comercio con Mercosur. Quedan indefensos al no poder competir con los precios de los productos provenientes de zonas carentes de los controles y requisitos que sí existen en Europa. Aparte de afectar a la calidad de lo que nos llevamos los consumidores a la boca.
Los habitantes de nuestros pueblos tampoco están conformes con los proyectos de macrogranjas, plantas de biometano, parques eólicos… que amenazan con convertir el medio en un basurero. Consideran que esta invasión tiene poco de ecologismo y mucho de especulación.
Los indicadores de varios pueblos de España están apareciendo dados la vuelta como forma de protesta del campo.
Símbolo de la visión actual que tienen muchas personas, no solo de este colectivo.
El mundo al revés.