Imagen Juan María García Campal

Semana Santa y chupacirios

23/04/2025
 Actualizado a 23/04/2025
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Pasó desapacible la Semana Santa que tanto es para los miembros de las cofradías que con tanta ilusión la esperan cada año, bien para tan sólo procesionar, bien por pujar algún paso. En ella he visto su contento y su decepción al no salir debido a la lluvia. Mas a las que he asistido, de nuevo las he contemplado buscando respuestas a su íntima motivación para ese penitenciar. Y, de nuevo, he encontrado viejas y nuevas miradas de orgullo, de sano orgullo, alguna que otra desafiante, pocas indiferentes, que quizás sólo fuesen de pretendida naturalidad, de un no pasa nada; bastantes de recogimiento, de reflexión y otras de dolor e incluso alguna de gratitud. Y así, por qué habría de suponer que no iban ellos como yo estaba, cada cual, con su pena, su alegría, su preocupación, su debilidad, su fortaleza, su anhelo, su pesar; con su vida, conociéndose e intentando explicarse tantas y tantas cosas que nos provocan tribulación. Y así, cómo no preguntarme qué lleva a algunos de los papones a buscar mayor penar yendo a pies descalzos; qué conciencia, qué sensibilidad, qué se preguntarán, qué respuesta buscarán, qué se responderán. Quién soy yo para juzgar, quién para calificar las íntimas razones que, bien desde sus mentes o corazones, los saca cada año, desde siglos, ya jóvenes, ya adultos, ya ancianos a conmemorar en la calle el padecimiento y muerte de Jesús de Nazaret. Por qué entonces suponerles a unos y otros mejores o peores que yo. Por qué no iguales aun cuando distintos. por qué cuestionar o negar la varia lectura que las procesiones en sí pueden tener para cada uno de nosotros, creyentes o no, frente a nosotros mismos y nuestra propia conciencia. Por qué no admitir entonces, como siempre digo, con el abogado y escritor Javier Otaola Bajeneta, Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica Española, de 1997 a 2000, y presidente de la Internacional Masónica, de 1997 a 1999, que «hay en la Semana Santa una experiencia ética y estética que está abierta a todos, que la convierte en patrimonio de la Humanidad, en una experiencia felicitaria, emocionante, de esas que esponjan el corazón».

Sobra, sí, esa insana, por interesada, connivencia entre los representantes de instituciones del Estado, por ello y como tales, no confesionales, con las jerarquías eclesiásticas y cofrades. Si creyentes fuesen, mejor cada uno en su casa o porqué y su Dios en la de todos. Lo de «…a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César». ¡Ay variopintos políticos, espurios chupacirios!
¡Salud!, y buena semana hagamos.

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