A partir del próximo viernes (Viernes de Dolores) comienzan en León los valorados desfiles procesionales, que no, bajo ninguno de los conceptos, la Semana Santa. Eso queda –con las bendiciones de la Iglesia– para el Domingo de Ramos y sus conclusiones cristianas, si bien el Sábado de Pasión –la víspera– se visualiza en la ciudad el primer cortejo de encapuchados, con partida desde la Plaza de Santo Martino, y más en concreto, desde el patio posterior de la Basílica de San Isidoro. Esta es la realidad, por mucho empeño en contrario de quienes se afanan en proclamar –en vocear, incluso– la equivocada e inexistente semana (Santa) de diez días. El objetivo es continuar dando la tabarra y machacar año tras año sobre el mismo hierro, pese a que el párroco de la feligresía del Mercado y, a la vez, delegado episcopal en la Junta Mayor lo haya aclarado en más de una ocasión. No hace tanto tiempo, a nadie se le habría ocurrido tamaño sinsentido.
Porque si ello –entre otras cuestiones– fuera de esa manera, si la procesión de la Dolorosa formara parte de la Semana Santa, ¿cuál sería el motivo para que, como colectivo heterogéneo que es, no dispusiera de la representación oportuna en el ente que aglutina a las actuales dieciséis cofradías y hermandades capitalinas? Pues es sencillo. El cortejo de la Morenica es independiente y lo respalda –y organiza– la parroquia desde la cruz de guía hasta la última devota presente en el recorrido. A la tarea para su buen fin, se suma la ayuda e implicación, entre otras colaboraciones, de la denominada agrupación de braceros, siempre –y en todos los casos– a las órdenes y consejos del rector del templo. En el Mercado no hay abades ni juntas de gobierno. Ni tan siquiera estatutos. Sólo dos encargos –secretario y tesorero del paso–, que desempeñan la representación de los propios braceros, con la anuencia y visto bueno del párroco. Y es lo que hay.
Dicho de otra manera, la procesión de La Dolorosa no se ciñe a otros cánones, que no sean los que emanan de su centenaria idiosincrasia. De la razón de seguir manteniendo viva la herencia recibida de aquellos primeros mozos de la barriada. En síntesis, una manifestación del pueblo y para el pueblo y de todo aquel que se sume y desee acompañar a la imagen. Y de esta manera tan popular y, en paralelo, tan íntima, se ha desarrollado la procesión de María la del Mercado desde tiempos inmemorables, como colofón a la también histórica y participativa novena.
De modo, que nadie se llame a engaño. La procesión de la coronada Morenica puede evaluarse, en el mejor y más generoso de los supuestos, como el proemio de la Semana Santa (de nueve días), aunque, como es natural, ajena a ella en todos sus pronunciamientos y objetivos y a sus (conspicuos) representantes.