Escribía la pasada semana que el elixir que regenerará al sistema y matará las bacterias populistas que pretenden su putrefacción podría estar en León replicando la libertad de voto de la bancada socialista en la Diputación sobre el leonesismo, y creo que podemos reflexionar en nuestra tierra sobre el factor de la inmigración tomando como modelo el centro de inmigrantes que se va a abrir en Villaquilambre. No sé si aquí está el santo grial, pero sí que creo que hay señales de que la fuente de la eterna juventud de la estructura sistémica emana de la fuente de Teleno.
Escribía el otro día Juan Soto Ivars en El Confidencial que La inmigración es un problema, no tengas miedo a admitirlo y con el título creo que ya resume la tesis del texto en su totalidad. Existen ciertos reparos o remilgos a la hora de discernir sobre el impacto de los nuevos residentes que proceden de otros países. Pese a que en distintas patrias de nuestro entorno con mucho mayor calado migratorio que en el nuestro la extrema derecha avanza a pasos agigantados, a más velocidad que el miedo a caer en los prejuicios de determinados sectores, aquí todavía valoramos tímidamente si la inmigración es un problema o una solución.
Tengo miedo, sinceramente, de que los que deberían abordar el asunto con puro pragmatismo, sean socialistas o conservadores, tomen las medidas de contingencia pertinentes demasiado tarde y dejen el terreno abonado a las formaciones de extrema derecha que enarbolan la causa identitaria en el juego de la bandera cultural. Nicolás Sarkozy dijo en una entrevista con Carlos Alsina al ser preguntado por Vox que el gran problema es que el Partido Popular había dejado de ser de derechas. El origen de los extremismos nace de un empecinamiento de los partidos tradicionales en una centralidad tan aséptica que se han convertido en meros gestores, la caída de los radicalismos se dará cuando las formaciones tradicionales no tengan miedo a abrir el frasco de las esencias y auscultar la respiración de la sociedad que representan.