Si la envidia fuera tiña…

Este pasado fin de semana, un año más, se han celebrado en Hospital de Órbigo las justas medievales, fiestas que gozan de reconocimiento a nivel nacional y europeo.

Se trata de un viaje en el tiempo hasta el siglo XV, cuando don Suero de Quiñones consiguió romper 300 lanzas empuñadas por nobles llegados de toda Europa. Así logró el fin de su condena y el favor de su amada Leonor. El lugar exacto de tal hazaña se llama puente del paso honroso.

Este tipo de acontecimientos me hace reflexionar. Seis siglos después, los caballos han sido sustituidos por medios de transporte motorizados. En la actualidad, las armas para hacer la guerra son mucho más sofisticadas, aunque quizás no sea esto algo por lo que sentirse orgullosos. Además hay Internet, variedad de dispositivos, avances en casi todos los campos y la incipiente inteligencia artificial. Cada época nos ofrece diferentes herramientas para librar nuestras propias batallas, pero hay cosas que no cambian.

Por ejemplo, cada uno tiene, o debe buscar, un objetivo por el que luchar, algo que dé sentido a su existencia. Y tratar de dar con los aliados correctos, por supuesto. Porque otra cosa inmune al paso del tiempo y a los continuos cambios es ese sentimiento de rivalidad absurda que lleva a algunas personas a intentar obstaculizar o empañar los éxitos de otras. Y digo absurda ya que, por mucho que nos creamos los mejores, nadie es más que nadie.

A estos seres se les puede llamar enemigos, falsos amigos o individuos tóxicos. Sea como sea, hacen la vida más difícil; como si no fuese bastante complicada de por sí; o más interesante, según se mire. Conviene detectarlos y mantenerse lo más alejado posible de ellos. A don Suero le asesinó, veinte años después de su gesta, uno de aquellos caballeros a los que venció, presa de ese resquemor. Incapaz de aceptar la victoria ajena.

Ya lo dijo Miguel de Unamuno, quién sabe si a raíz de alguna mala experiencia. «La envidia es la íntima gangrena de la vida española».