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Si levantara la cabeza...

08/03/2015
 Actualizado a 07/09/2019
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Aprendí de una de las compañeras más trepas que tuve en la facultad (hoy, obviamente, presentadora de televisión) a llamar la atención con pocas letras. Ella escribía en la pizarra «Sexo gratis» y conseguía que todos inmediatamente nos calláramos y la escucháramos, aunque lo que nos contaba no tenía que ver con el sexo y allí no había nada gratis. Aprendí también en la facultad que un periodista debe ser sobre todo impertinente, más que un semáforo sin cruce, impertinente en general, hacia todas partes, a veces incluso hacia el lector, incluso hacia uno mismo. Y, en este sentido, en esta provincia, no puede haber nada más impertinente que escribir de lo que pasaría si levantara la cabeza y viera el panorama que nos rodea. Si levantara la cabeza vería que un señor con cierto aire al logotipo de Gomaespuma, como si acabara de llegar de un cotillón, le tiene perfectamente cuidado el cortijo, y que sus boletines oficiales siguen siendo eso, cada vez más boletines y cada vez más oficiales. Si levantara la cabeza vería, por ejemplo, que el Día de la Mujer vuelve a pasar de largo sin que las asociaciones feministas, únicamente preocupadas por las terminaciones en a o en o, reivindiquen la figura de la gran pionera de la política en León, la que mayor poder alcanzó y con más firmeza lo ejerció. Si levantara la cabeza se sorprendería de los brotes de valentía que le han entrado a su partido en Valladolid, a quienes cabría decir lo de aquel campesino andaluz que llegó a Atocha en tren y cuando la máquina le soltó una bocanada de vapor le dijo: «Esos cojones, haberlos echado en Despeñaperros». Si levantara la cabeza, los socialistas volvería a discutir entre ellos, aunque no supieran por qué. Si levantara la cabeza, Podemos triplicaría sus resultados. Si levantara la cabeza, comprobaría que los diputados siguen sin tomar decisiones, que es precisamente por lo que fueron elegidos, con la salvedad de que, al contrario de lo que pasaba antes, su ausencia y la presencia etérea del juez Velasco les han dejado con más miedo a firmar que a no firmar. Si levantara la cabeza, no se llevaría demasiadas sorpresas, más allá de lo de cubrir su hueco que, obviamente, era lo único para lo que no había hecho planes. Si levantara la cabeza, vería que se siguen cumpliendo sus órdenes y que alguno todavía escucha su estremecedor «perdona, querido».
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