La Sra. Rovira, de ERC (Esquerra Republicana de Cataluña) justifica delante de sus huestes el sí al gobierno catalán del socialista Salvador Illa: «Se trata de un si exigente y vigilante». E, inmediatamente, el cronista deja volar su imaginación hacia aquella famosísima obra de nuestro clasicismo teatral, firmada por el asturiano Leandro Fernández de Moratín, protegido de Godoy, el 24/1/ 1806, en el teatro madrileño de la Cruz. Aquellos si que eran síes exigentes y vigilantes. El poder autoritario de los familiares sobre el amor de las parejas que controlaba los matrimonios y las herencias... Y el sí que pronunciaban aquellos trémulos y resignados labios ante el altar...
Vosotros votáis que sí, y, a cambio, los socialistas nos entregarán la llave de la caja y todo el control sobre los impuestos, les propuso la Sra. Rovira a sus juventudes republicanas catalanas (cuanta contradicción): ¿Verdad que estáis por el progreso?Pues, a votar que sí. A consentir. Porque estamos en la era del consentimiento. Del sólo no es no, hemos pasado al solo sí es sí, con la nueva ley de libertad sexual del gobierno. Así que solo es sí cuando lo digan Sánchez y sus ministra/os. ¿De acuerdo? ¡Ah!, y que conste que esta mayoría nos es una mayoría cualquiera sino que esta es transversal y ecléctica. Y os lo asegura el Sr, Illa, que, además de socialista es filósofo compungido y titulado (No como otras).
¿Pero, en realidad, hemos cambiado algo? La calificación ancestral de «consentida» o «consentido» parece seguir gravitando sobre la gran masa dirigida por una racha de avispados líderes (unos con coleta y otros sin ella) especializados en conducir a la manada hacia sus propósitos, siempre personales, ambiciosos, y poco higiénicos moralmente hablando. Tú tienes que decir que sí, no por convencimiento sino por conveniencia para el grupo, y para ti también, por consiguiente. Es decir: lo mismo de siempre. Sí, quiero, porque conviene a mi familia, a mi sindicato, a mi entorno. O, simplemente porque con estos tengo más posibilidades de llegar a vivir sin dar golpe.
Y es que el sí de las niñas en cada época depende de unos considerandos que marca la moral reinante y la costumbre; cambian, pues, los adjetivos, pero ser es el mismo. Como ven, una vez más tiene razón nuestro Luis Mateo Díez cuando escribe: «¿Quién trastoca, y con qué intención, ese viejo sentido de la soledad? Estamos más solos que la una, más mayores de lo que quisiéramos, ... hundidos en la miseria» Y remata «sólo desde la ironía y el humor se logra la lucidez». Cuento titulado ‘Llamadas’, libro ‘Voces del espejo’. La ironía.