Elegantemente arropada en un traje sastre rosa claro, combinado con camiseta rojo bermellón, aparecía envuelta en ese halo de elegancia natural que pocas personas poseen. Con la seguridad y el empaque que irradia la distinción, reinaba en el salón de actos la hermosa mujer que había venido a hablarnos de un anhelo cumplido.
Silvia. Nombre que hunde sus orígenes en el latín: mujer bosque, oriunda de la naturaleza, perfecta elección para alguien que rebosa naturalidad. De esa manera transmitió Silvia Fernández, la empresaria berciana que ya viste a las novias de medio mundo, su sueño hecho realidad. Un propósito logrado que surgió de la adversidad de verse fuera de una empresa para la que había entregado una gran parte de su talento creativo. Pero de la calamidad surgió la fuerza para luchar.
El alumnado del instituto Antonio García Bellido escuchaba, en especial las alumnas que cursan el Ciclo Formativo de Grado Medio en Confección y Moda, alguna de ellas ya se encuentra haciendo prácticas en su empresa, mientras imaginaban su propio atelier a raíz de su mensaje de esperanza: «No es necesario proceder de una familia con un alto poder adquisitivo para poder emprender un negocio, basta con creer».
«Nací en París. Mi madre se dedicaba a tareas de limpieza, mi padre trabajaba en construcción. La dueña de la casa donde mi madre comenzó a trabajar, estaba empleaba en un taller que cosía para Karl Lagerfeld. Un día, la señora vino cargada con un montón de patrones. Mi madre, que sabía coser, se ofreció a ayudarla y ya no volvió a trabajar más en aquella casa. «Ahí se fraguó la futura diseñadora que además es costurera. Mi madre se quedó muy joven viuda, y sus puntadas siempre iban envueltas en lágrimas, por eso, al principio yo no quería coser»…
«Cuando volvieron a Ponferrada, mis padres montaron una cafetería delante de un instituto, allí comenzaron mis estudios, luego mi carrera de Publicidad y Relaciones Públicas en Madrid», «tenía que trabajar para pagarme mis estudios». «Ellos no podían costearme, trabajé como camarera, pero siempre fui abstemia».
No presumió de haber sido modelo de pasarela, tampoco de trabajar para modistos como Chanel. Ni siquiera pretendió deslumbrarles contándoles que diseñó el traje que Lala Chus lució frente al reloj de la Puerta del Sol en Nochevieja. Sus logros: cien empleados, tiendas que venden sus trajes de novia y fiesta por todo el mundo, fueron noticias que no les contó ella, sino la técnica de la Cámara de Comercio de León que la presentó como un referente empresarial.
Ella prefirió hablar de honestidad , ética empresarial y de su apuesta artesanal por Ponferrada, sede de su negocio y lugar donde vive con su familia.
Gracias, Silvia Fernández, por arroparles con tus sueños de azahar y ejercer de hada madrina.