La palabra ‘coartada’, como coacción, chantaje, conspiración, etc, pertenece a un grupo de vocablos interesantes de nuestra lengua castellana, muy digno, pero que cuando se usan en determinados contextos, albergan la gran paradoja de describir el comportamiento de una determinada clase de personas que adoran el poder por el poder, en el ámbito que se prefiera: familia, vía civil, militar, eclesiástico, financiero, político o medio pensionista. Los hispanos veneramos esas palabras y las hemos convertido en el factótum de nuestra historia reciente más negra y determinante en el aspecto negativo.
Todos los últimos acontecimientos que han determinado el estancamiento de nuestra convivencia y en el que se da el paso decisivo como nación, se circunscriben a la letra M y a esas palabras mencionadas, de la que sobresale ‘coartada’. Como dijo Sócrates: «No puedo enseñar nada a nadie; sólo puedo enseñar a pensar», y por qué digo esto, pues sencillamente porque sin que haya coartada, nada es posible, ya que todo lo demás que se confabula, conspira, reacciona, revoluciona, desestabiliza…, no es posible sin que los que tejen la urdimbre necesaria permanezcan en la oscuridad y en el anonimato.
Por eso siempre han llamado mi atención determinados hechos que se producen ante la atónita mirada de los seres normales que pagan sus impuestos, comprobando que aquellos que dicen ser los representantes políticos se quedan inmóviles sin resolver, mientras que aquellos que dominan las tramas mafiosas, se mueven tan panchos por un entramado de cayucos, lanchas, barcos raros que surgen para llenarse de seres procedentes de países recónditos, con el fin de ‘colonizar’ continentes, sobre todo ‘viejos’, invadidos por la eutanasia, el aborto y el descenso demográfico, además del deterioro de los valores humanos, mientras esas nuevas fuentes de riqueza demográfica se basan en el aumento de sus proles, la intransigencia de la convivencia, el odio a Occidente y un sentimiento religioso basado en el desprecio del que no piensa como él, hasta que el pobre europeo quede a merced de los políticos maulas y de los activistas perversos.
‘La coartada’ es una magnífica novela, todavía sin editar, y que seguramente no verá la luz, porque revela el estado de putrefacción en que se encuentra nuestra sociedad occidental, inmersa en un tiovivo de sensaciones, todas ellas en círculos concéntricos que van desde lo más íntimo del ser humano, sus valores y principios, hasta la colonización de su alma, valores y apetitos que terminan en el imperio de la droga, la indolencia, la abundancia insolidaria y la enfermedad mental de las elites.
Coartada, viene de coartar, que según la RAE significa defensa y argumento para señalar que no estabas en el lugar en que se ha encontrado algo que puede involucrarte. También puede ser disculpa o pretexto, excusa, estratagema, justificación para demostrar que tú no tienes nada que ver con aquello que te desean imputar.
Por eso la tesis de la novela, bajo mi punto de vista, quiere mostrar la eterna justificación de los poderes ocultos mundiales, representados por los organismos selectos que dominan lo que los excelentes personajes del mundo calé, dicen «el parné» a lo bestia, con el fin de aparentar un sistema mundial de ‘responsables del mundo’ con mentalidad de protectores de todo lo que se menea, a la vez que también saben agitar los famosos nogales que varean de vez en cuando para demostrar que las nueces tienen dueño, aunque no usen precisamente varas para descargarlas de los árboles.
Pues de eso trata esa novela que creo, como otras, no verá la luz, pero que he tenido el privilegio de conocer. Porque como dijo Tales de Mileto: «La cosa más difícil es conocernos nosotros mismos, la más fácil es hablar mal de los demás».