La semana pasada me lamentaba sobre cómo se había desarrollado la campaña electoral y, como era previsible, las actuaciones de las que fuimos testigos en la noche electoral estuvieron a la altura del sinsentido de las últimas fechas.
El espectáculo bochornoso que se dio desde balcones, andamios y atriles es para hacérselo mirar. La sobreactuación de nuestros políticos nos regaló momentos que no valen ni para la peor película de serie B. Fíjense en el poder de la política que hasta es capaz de pervertir y echar por tierra las leyes básicas de las matemáticas, consiguiendo que según quién diga los factores de una suma el resultado es uno u otro.
Un alto porcentaje de españoles habló metiendo su voto en las urnas, pero de lo que tengo dudas es de si nuestros políticos han entendido el mensaje. Ya saben la magia de la comunicación, una cosa es lo que dice el emisor y otra lo que entiende el receptor. Según en la trinchera en la que estés el mandato de la ciudadanía es uno u otro. Para qué engañarnos, lo fácil es estar a resguardo junto a los tuyos, así el riesgo de que te alcance una bala ideológica se reduce al 50 %. Si cometes la locura de salir y exponerte en tierra neutral, al final te van a disparar desde un lado y desde el otro.
Sé que para algunos es complicado abstraerse de los resultados del pasado domingo, pero si fuéramos capaces de borrar las siglas políticas que están al lado de los números de diputados conseguidos, podríamos enfrentarnos a ciertas preguntas clave. ¿Qué es más conveniente, que el futuro de un país sea diseñado por lo que opinan la mayoría de los ciudadanos que han votado o por una minoría? ¿Qué es más probable, que una mayoría gobierne pensando también en la minoría o que una minoría se olvide de sus intereses particulares y territoriales y también piense en el interés general de un país en el que no creen?
No se lleven a engaño. Los partidos que deberían velar por el interés general no se van a poner de acuerdo porque no les interesa ni les ha interesado nunca. Los sillones de cuero y los coches oficiales son finitos y ellos son demasiados. Es más fácil y rentable someterse a la dictadura de las minorías, a las que compran con ciertas prebendas. Esto lo viene haciendo el PP y el PSOE durante las últimas décadas y me temo que lo seguirán haciendo con tal de llegar a Moncloa.
Ante este panorama desolador y después del desgaste psicológico sufrido durante la campaña electoral y el que nos espera en las próximas semanas, es lógico que la gente apueste por la intelectualidad y acuda en masa a ver Barbie.