22/03/2025
 Actualizado a 22/03/2025
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Quien calla otorga. Eso me han dicho siempre, como si nunca debiera callar. ¿Quien calla otorga qué? ¿Razón, aprobación, complicidad? ¿O una postura acorde a la idea planteada ante la que hemos tenido que callar? «Quien calla otorga» e, igual por eso, muchos no callan todo lo que tendrían que callar. 

Mira a esos que salen tanto en primera página. Siempre con la boca abierta, siempre con algo que apuntar. Mira como hablan y hablan y dicen y siguen diciendo hasta que ya no saben lo que decir. Y alimentan con sus desatinos verborréicos la inspiración de Drexler, que no encuentra nada más valioso que darte, nada más elegante, que un instante de silencio. Y la de Pedro Bravo, para cuya obra no podría haberse elegido un mejor titular. Y eso que no la he leído; está en la lista infinita de libros por devorar. 

Alimentan también a González Sainz. Más bien, dan rienda suelta a unas reflexiones que están bien atadas. Sin vehemencias, sin sobresaltos, sin palabras de más.

Es que en silencio se hacen las mejores cosas: leer, escribir, escuchar. Se sacan las mejores fotos y eso bien lo sabe Mauri, que, en silencio, pudo capturar a todos esos políticos de espaldas que se convirtieron, en un acto casi performativo, en la última portada de la vieja Crónica de la que tanto he escuchado a hablar. 

Se lo cuenta al escritor soriano y González Sainz le dice que «vaya genialidad». Que le molesta verles siempre sonriendo; que de qué se ríen. Que «de nosotros». 

Y nosotros nos empeñamos en arreglar el mundo a base de soberano lenguaje, cerveza fría en mano siempre –da igual la estación–, en alguna terraza de algún bar. En ir a mítines que rezuman ideología y rebosan de «identidad». En encender la tele o la radio porque ya no sabemos dormir sin ellos y no nos vale ni con el orfidal. 

Y, como reconocer el desconocimiento sobre algo, el silencio es poco habitual. Y sucede que siempre habla quien más tiene que callar. Pero «¡qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido todos los sabios que en el mundo han sido!». 

Y leo a Fray Luis de León y escribo esta columna y escucho a mi abuela. Y lo hago en silencio, siempre que puedo, porque procuro hacerlo de verdad.

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