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Sin árbitro no hay democracia

06/07/2024
 Actualizado a 06/07/2024
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Como estamos en modo Eurocopa me van a permitir que utilice la jerga futbolística para describir lo que a mi juicio me parece una brutal hipocresía y una falta imperdonable de honestidad. Me refiero a lo que está pasando en nuestro país en relación a la Justicia. O mejor dicho y afinando el tiro, al comportamiento indecente que están protagonizando algunos políticos, opinadores y periodistas travestidos en comisarios políticos.

Es inaudito tener que recordar que si nos cargamos al árbitro, el partido acabará a puñetazo limpio entre los jugadores, ya que sobre el campo habrá desaparecido la figura que representa la autoridad y que debe decidir cuándo un jugador comete una falta o un balón ha superado la línea de gol. Pues esto es lo que ocurrirá ineludiblemente fuera de los estadios de fútbol si algunos siguen en su empeño de cargarse a quienes dictan sentencia.

Los hooligans de uno y otro fondo están enzarzados en desprestigiar a los árbitros con toga cuando sus decisiones no son beneficiosas para su equipo. Cuando la resolución judicial coincide con sus intereses particulares entonces se convierten en los máximos defensores de la Justicia y de la separación de poderes, pero cuando ésta les deja con las vergüenzas al aire entonces ese juez o tribunal son mercenarios del equipo rival. 

Que esta conducta más que reprochable la protagonicen dos personas en la barra de un bar está mal, pero que quienes deben dar ejemplo de templanza y de respeto a las decisiones judiciales se conviertan en ultras no es sólo criticable, sino que además es muy peligroso para la convivencia de nuestro país. El motivo es evidente. Sus conductas repulsivas van poco a poco convenciendo a los ciudadanos de que éste u otro tribunal o un juez en concreto es la encarnación en la tierra de Belcebú. 

El PSOE ahora lidera una campaña brutal contra el Tribunal Supremo, mientras que el PP lo hace contra el Tribunal Constitucional. Sin contar también con las cruzadas que se hacen contra algunos jueces con nombre y apellidos para así intentar influir en su decisión final y desprestigiarles. Evidentemente que los jueces y la Justicia no son infalibles y que también hay errores o profesionales alejados de la ética, pero estos casos se deben abordar desde la mayor imparcialidad posible, algo que es imposible de cumplir por parte de algunos voceros de ambos partidos.

No sé si la clase política es consciente del callejón sin salida al que nos están llevando, pero en el momento en el que una sociedad desconfía de la Justicia y despoja de legitimidad a los jueces está muy cerca de escuchar el pitido final del partido de la democracia.

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