Se les presupone sabios a los ancianos por mor de su experiencia. Al menos lo parecen. Lo que pasa es que, al menos en nuestra tierra, resulta difícil, al hablar con ellos, distinguir entre la sabiduría y la retranca. Pasa como con los gallegos (recuérdese a Rajoy mismo) que no se saben se van o vienen, si se marchan o regresan. Porque el final de la frase suele ser este: Y sin embargo...
Como en aquella canción que se cantaba aquí en aquellos años de aprendizajes forzosos, cuando se cantaba el himno nacional en las escuelas, y se rezaba el santo rosario a media tarde para «impetrar» el beneplácito del altísimo en casi todas las tareas diarias, esas de subsistencia. Tal vez por eso el altísimo nos respetaba y no había Danas, ni inundaciones, ni tormentas. Y si las había pues se las tomaba como un castigo bien merecido por nuestra culpa, nuestra grandísima culpa..
Ahora mismo estamos asistiendo al grandioso espectáculo de la elección de su próximo gobierno por parte del sátrapa ganador de las elecciones en USA. El hombre mas rico, la más jovencita, el más incrédulo... No como en las demás satrapías (la rusa, la china, la norcoreana) de cuyos gobiernos nada sabemos y lo sospechamos todo. Y nosotros aquí, casi lo mismo...El que trata de ser el más rico, la que aparenta ser más jovencita, el más crédulo...
Y sin embargo nosotros, ahora, de mayores, nos creemos que los USA, aquellos que de jóvenes detestábamos, hoy representan lo más avanzado y liberal entre las naciones, lo más de los más en todo, y allí a donde tratan de llegar todos los emigrantes de la tierra. Nosotros ahora volvemos a la canción de la Piquer: «Eres mi vida y mi muerte, te lo juro compañero, no debía de quererte, y sin embargo te quiero». Y es que, cuando Europa se siente amenazada, Europa vuelve a las ‘Piqueres’.
Pero los ancianos no cantamos ya sino canciones de embeleso. Hemos dejado atrás los himnos nacionales y nos aferramos a lo que nosotros llamábamos «la canción protesta» la de aquellos amigos que cantaban a Machado y a Rosalía y hasta a San Juan de a Cruz si hacía falta. Que la hacía. Es verdad que algunos tuvieron que aguantar mecha cuando, después, llagaron las modernidades y se pusieron de moda los sátrapas y los progres, los que eligen para sus ministerios, no a los más preparados y nobles, sino a los más adictos al compañero jefe.
Dicen que hasta Sabina llegó a cantar lpor la Piquer: «No debía de quererte, y sin embargo te quiero».