13/05/2024
 Actualizado a 13/05/2024
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Y de pronto te encuentras a ese amigo que se ha comprado un coche de alta gama y última generación, ¡híbrido!, con ventanas para la calle y alicatado hasta el techo, que ufano te cuenta todos sus datos técnicos con pelos y señales.

Lo grave es que dos días después iba por la carretera y ¡catapum!, ¡plum!;pum! se estrelló contra un jabalí, (en otros lares llamado chancho de monte), que absorto y amparado por la oscuridad de la noche deambulaba para llevarse algo del hocico al gañote.

El flamante vehículo, ¡por el golpazo!, casi tiene que llevarlo al desguace…

¿Y a partir de aquí qué hacer?

Lo correcto es escuchar la opinión de un profesional del Derecho, pero… convivo con una letrada y si fuera yo el conductor seguro que me diría: ¡Pobre jabalí! ¿A ti qué te había hecho el animal?

Como norma general, hay que tener en cuenta que en sus vías de comunicación la administración puede inhibirse sobre el atropello de un animal cinegético. Ejemplo: suele ampararse en la responsabilidad del promotor de un aprovechamiento venatorio, si es que puede probar que el siniestro fue causado por la acción de una cacería en la zona o en sus cercanías.

Pero, entre otras causas, la responsabilidad es del titular de la vía si se demuestra que el accidente fue por falta en señalización de animales salvajes, exiguo mantenimiento de la calzada o que la malla cinegética se haya caído o esté rota.

Tanto en carreteras de montaña, paraísos perdidos con vistas de postal, como en otras, vemos la señal de tráfico: «Paso de animales en libertad» que imita a la silueta de un ciervo. Y estando ahí, la propia naturaleza, nos lleva a imaginar un espacio bucólico por excelencia lleno de armonías entre cascadas de agua, humanoide, flora y fauna, todo un remanso de paz, aunque, por los atropellos cinegéticos, imite la paz de los sepulcros. Singular novela de Jorge Volpi. Salud.

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